Interesante e importantísimo partido contra el Valencia en el estadio Bernabéu. Todos atendíamos interesados los gestos que el equipo pudiera dejarnos ver en su recuperación psicológica y emocional, así como el enderezamiento del discurso futbolístico, bien trabajado en el primer tercio del año e implosionado en el Mein Kampf. Queríamos saber hasta dónde habían llegado las secuelas y adivinar en cuánto tiempo podríamos recuperarnos. El equipo se presentaba con la ausencia de dos titulares y de Sergio Ramos. Albiol, Arbeloa y –sorpresa- Lass entraban por los ausentes. Fue una novedad que tras el varapalo se cambiara el sistema y saliéramos sin delantero. ¿Dudas? ¿Mensaje al palco? El caso es que nos presentamos con un 4-3-3 y tres volantes, aunque no los más flexibles. Arriba, Benzema se cayó. ¿Tocado y hundido? ¿Palo? El downtempo del francés empieza a provocar suspiros cada vez más profundos, antesala de la duda. ¿Cuál es la postura real de Mourinho respecto al francés? El Madrid salió algo nervioso, con el balón gravitando en torno a Lass en la distribución y en los tres cuartos, con lo que eso implica, mucho movimiento y poco razonamiento.
A los seis minutos el Real ya tenia el pulso del partido e iba ganando minuto a minuto centímetros que le acercaban a la portería contraria, defendida por sólo 8 jugadores. Di María, como viene siendo habitual, percutió por primera vez. En la fase defensiva los tres volantes se colocaban en paralelo, en la ofensiva formaban un 2-1; Lass presionaba primero, Alonso y Khedira aguardaban después. En una trifulca en el área el árbitro amonestó de una tacada a Albelda y a Pepe, y ahí sospechamos que le caía bien el Madrid. Los del Valencia también, pero ellos lo dicen en serio y sin gracia. El ritmo era acelerado y el control de la situación algo tenue. Al cuarto de hora, en la primera llegada seria del Valencia, Mata obvió a Soldado con la espalda de Arbeloa ganada. Era el 0-1.
De Lass hemos dicho muchas veces que en el mejor de los casos es un atleta con una camiseta de fútbol. Su actuación ayer generará controversia. A mí me parece un buen atleta, sin duda, pero un futbolista insustancial. Ayer hizo bien el derribo de la gestación valenciana, las faltas estratégicas sin obtener cartón, pero casi no recupera el balón en juego y tras la falta la posesión sigue siendo del rival. Retiene demasiado el balón, es horizontal, y lento pensando en vertical. Con el primer tercio de la temporada cubierto, es fácil ver los automatismos y virtudes del equipo, pero también asoman los defectos. Y es una pena, porque algunos pequeños detalles harían más grandes y productivos a algunos futbolistas.
Pepe rifa demasiados balones, cuando empezó el año muy comedido; los pasos de claqué de Cristiano no son útiles en las contras; Khedira da la sensación de no querer fallar, y aunque su juego a un toque se agradece enormemente, no debe quemarle la pelota ni la responsabilidad. Cuando tenga más consistencia con el balón, Alonso tendrá otra salida, otra alternativa, ya que a día de hoy Alonso sólo busca al alemán como apoyo y no como salida. Una de las futuras virtudes de Khedira se vio en el minuto 20, con un pase vertical a un toque hacia Cristiano que aceleró el input atacante madridista. Que el resultado de Barcelona pesaba era un hecho, y mientras otros encuentros tras 20’ estaban sentenciados, (Racing, Atlético, Milan), ayer aún desconocíamos el trazo del partido. El Madrid tenía más el balón pero radicalizó y vulgarizó su fase ofensiva. Rápida pero inconsistente, nerviosa y alterada.
Una bonita jugada en la izquierda entre Özil, Di María y Marcelo con paredes de un toque desmontó por una rendija y en un palmo el autobús valenciano. Di María puso el centro, pero no vimos rematar a Higuaín. Y seguimos con Khedira, el futbolista a la sombra cuando juega bien, y el expuesto a la ignorancia cuando lo hace mal. Otra de sus virtudes futuras será la incorporación desde segunda línea y por sorpresa. Ayer podría haber inaugurado el lienzo con un bonito gol, pero no hubo suerte. Se terminó la primera parte con Cristiano de protagonista, con un bonito taconazo y un pase de vaselina a un hueco desierto en el que a todos nos dolió otra vez la hernia de Gonzalo. Primer partido de la temporada sin marcar en la primera parte. Barcelona seguía apelmazando las piernas y los gestos de varios futbolistas. A pesar de ser mejores, no fuimos superiores.
Tras el descanso, Alonso, a medio camino entre los centrales y el interior izquierdo lanzó a Özil primero, y a los 30 segundos a Cristiano, que no vio a Di María en una posición franca. Me pregunto si el indeseable, pelota y oportunista Indarra se lo recriminará con una portada de su diario amarillo. Los valencianistas no salieron concentrados y Di Maria, lampiño ante el portero, perdonó. Visto y no visto, el Madrid había perdonado dos ocasiones obscenas en un minuto. El mediocampo valenciano seguía hiperpoblado con su defensa de 8 hombres y el madridista hiperactivo y sin método.
Hablábamos a principio de año de la importancia de los hombres 12 al 16 para ocasiones como la de ayer en la que por lesiones o trabas emocionales hay jugadores que no están bien. Mirando al banco, no estaba Canales, León se diluye entre la Copa y los minutos de la basura, Granero asoma algunos bucles de pelo pero nada más, Diarrá inexplicablemente, no cuenta, Benzema calentando en la banda no está ni en el campo ni en el banco… ¿Insuficiente para una solución de emergencia? Hablo por Di María, al que la electricidad del principio de curso, con el agua del chaparrón de Barcelona, le ha provocado un cortocircuito. Mal en las elecciones, lento en el reflejo, fallón en el tiro. Necesita reiniciar.
Cuando salió Khedira y entró Benze recuperamos el esquema original, y nada más salir Marcelo lanzó un balón alonsiano a Cristiano, que a un toque, como una bisagra, cedió a Benze, que casi marca. Bien el portero valenciano. El Madrid pesaba más en el partido, pero no lo suficiente como para marcar el primero. A pesar de la iniciativa blanca, el Valencia merodeaba con peligro y a la hora de juego el balón se paseó paralelo a la línea de gol de Casillas. Un minuto después, expulsión de Albelda, el antimadridista que quiso jugar en el Madrid. El Madrid hizo amago de empujar y la parecía que la avalancha llegaba, pero no el gol; la portería valenciana se hacía cada vez más pequeña y el portero más grande. Hasta que por fin unos minutos después, en una contra llevada por Özil, Benzema en su mejor movimiento de la noche arrastró a la defensa che dejando un pasillo a Cristiano que parecía una autopista. El portugués apuró hasta el final, seguro de no fallar y no falló. Acribilló.
Se marchó Özil con otra asistencia y entró Granero, para dar más consistencia al medio. Después de un penalti de Miguel a Di María, en otra jugada que nació desde atrás, Lass rebañó sin ortodoxia pero con eficacia otro balón, y se lo dio a Cristiano, que marcó en el césped del Bernabéu el gol que todos marcamos de niños en el patio del colegio. Solo, pidió el desmarque del compañero con el brazo, bicicleta, se fue de uno, se fue de dos, se escoró a la derecha, gol, abrazos de los amigos. Sirena, a clase.
Se fue Di María desfondado física y psicológicamente, y entró –al fin- Diarrá. Pepe rodó como una peonza, da igual si se le parten los cruzados o le soplan el tobillo que nunca lo podremos diferenciar; y por fin, pitido final. Disponemos ahora de un tiempo tan importante como la victoria de ayer para seguir paliando las secuelas de Barcelona, dejar hablar a Emerys y Guardiolas para que sigan retratándose, recuperar y dar descanso a futbolistas contra el Auxerre, y preparar con calma y tiempo los seis puntos claves contra Zaragoza y Sevilla. Si había un plan, hemos cumplido la primera fase.