Archivo mensual: noviembre 2010

Recuperación inicada. (05/12/2010)


Interesante e importantísimo partido contra el Valencia en el estadio Bernabéu. Todos atendíamos interesados los gestos que el equipo pudiera dejarnos ver en su recuperación psicológica y emocional, así como el enderezamiento del discurso futbolístico, bien trabajado en el primer tercio del año e implosionado en el Mein Kampf. Queríamos saber hasta dónde habían llegado las secuelas y adivinar en cuánto tiempo podríamos recuperarnos. El equipo se presentaba con la ausencia de dos titulares y de Sergio Ramos. Albiol, Arbeloa y –sorpresa- Lass entraban por los ausentes. Fue una novedad que tras el varapalo se cambiara el sistema y saliéramos sin delantero. ¿Dudas? ¿Mensaje al palco? El caso es que nos presentamos con un 4-3-3 y tres volantes, aunque no los más flexibles. Arriba, Benzema se cayó. ¿Tocado y hundido? ¿Palo? El downtempo del francés empieza a provocar suspiros cada vez más profundos, antesala de la duda. ¿Cuál es la postura real de Mourinho respecto al francés? El Madrid salió algo nervioso, con el balón gravitando en torno a Lass en la distribución y en los tres cuartos, con lo que eso implica, mucho movimiento y poco razonamiento.

A los seis minutos el Real ya tenia el pulso del partido e iba ganando minuto a minuto centímetros que le acercaban a la portería contraria, defendida por sólo 8 jugadores. Di María, como viene siendo habitual, percutió por primera vez. En la fase defensiva los tres volantes se colocaban en paralelo, en la ofensiva formaban un 2-1; Lass presionaba primero, Alonso y Khedira aguardaban después. En una trifulca en el área el árbitro amonestó de una tacada a Albelda y a Pepe, y ahí sospechamos que le caía bien el Madrid. Los del Valencia también, pero ellos lo dicen en serio y sin gracia. El ritmo era acelerado y el control de la situación algo tenue. Al cuarto de hora, en la primera llegada seria del Valencia, Mata obvió a Soldado con la espalda de Arbeloa ganada. Era el 0-1.

De Lass hemos dicho muchas veces que en el mejor de los casos es un atleta con una camiseta de fútbol. Su actuación ayer generará controversia. A mí me parece un buen atleta, sin duda, pero un futbolista insustancial. Ayer hizo bien el derribo de la gestación valenciana, las faltas estratégicas sin obtener cartón, pero casi no recupera el balón en juego y tras la falta la posesión sigue siendo del rival. Retiene demasiado el balón, es horizontal, y lento pensando en vertical. Con el primer tercio de la temporada cubierto, es fácil ver los automatismos y virtudes del equipo, pero también asoman los defectos. Y es una pena, porque algunos pequeños detalles harían más grandes y productivos a algunos futbolistas.

Pepe rifa demasiados balones, cuando empezó el año muy comedido; los pasos de claqué de Cristiano no son útiles en las contras; Khedira da la sensación de no querer fallar, y aunque su juego a un toque se agradece enormemente, no debe quemarle la pelota ni la responsabilidad. Cuando tenga más consistencia con el balón, Alonso tendrá otra salida, otra alternativa, ya que a día de hoy Alonso sólo busca al alemán como apoyo y no como salida. Una de las futuras virtudes de Khedira se vio en el minuto 20, con un pase vertical a un toque hacia Cristiano que aceleró el input atacante madridista. Que el resultado de Barcelona pesaba era un hecho, y mientras otros encuentros tras 20’ estaban sentenciados, (Racing, Atlético, Milan), ayer aún desconocíamos el trazo del partido. El Madrid tenía más el balón pero radicalizó y vulgarizó su fase ofensiva. Rápida pero inconsistente, nerviosa y alterada.

Una bonita jugada en la izquierda entre Özil, Di María y Marcelo con paredes de un toque desmontó por una rendija y en un palmo el autobús valenciano. Di María puso el centro, pero no vimos rematar a Higuaín. Y seguimos con Khedira, el futbolista a la sombra cuando juega bien, y el expuesto a la ignorancia cuando lo hace mal. Otra de sus virtudes futuras será la incorporación desde segunda línea y por sorpresa. Ayer podría haber inaugurado el lienzo con un bonito gol, pero no hubo suerte. Se terminó la primera parte con Cristiano de protagonista, con un bonito taconazo y un pase de vaselina a un hueco desierto en el que a todos nos dolió otra vez la hernia de Gonzalo. Primer partido de la temporada sin marcar en la primera parte. Barcelona seguía apelmazando las piernas y los gestos de varios futbolistas. A pesar de ser mejores, no fuimos superiores.

Tras el descanso, Alonso, a medio camino entre los centrales y el interior izquierdo lanzó a Özil primero, y a los 30 segundos a Cristiano, que no vio a Di María en una posición franca. Me pregunto si el indeseable, pelota y oportunista Indarra se lo recriminará con una portada de su diario amarillo. Los valencianistas no salieron concentrados y Di Maria, lampiño ante el portero, perdonó. Visto y no visto, el Madrid había perdonado dos ocasiones obscenas en un minuto. El mediocampo valenciano seguía hiperpoblado con su defensa de 8 hombres y el madridista hiperactivo y sin método.

Hablábamos a principio de año de la importancia de los hombres 12 al 16 para ocasiones como la de ayer en la que por lesiones o trabas emocionales hay jugadores que no están bien. Mirando al banco, no estaba Canales, León se diluye entre la Copa y los minutos de la basura, Granero asoma algunos bucles de pelo pero nada más, Diarrá inexplicablemente, no cuenta, Benzema calentando en la banda no está ni en el campo ni en el banco… ¿Insuficiente para una solución de emergencia? Hablo por Di María, al que la electricidad del principio de curso, con el agua del chaparrón de Barcelona, le ha provocado un cortocircuito. Mal en las elecciones, lento en el reflejo, fallón en el tiro. Necesita reiniciar.

Cuando salió Khedira y entró Benze recuperamos el esquema original, y nada más salir Marcelo lanzó un balón alonsiano a Cristiano, que a un toque, como una bisagra, cedió a Benze, que casi marca. Bien el portero valenciano. El Madrid pesaba más en el partido, pero no lo suficiente como para marcar el primero. A pesar de la iniciativa blanca, el Valencia merodeaba con peligro y a la hora de juego el balón se paseó paralelo a la línea de gol de Casillas. Un minuto después, expulsión de Albelda, el antimadridista que quiso jugar en el Madrid. El Madrid hizo amago de empujar y la parecía que la avalancha llegaba, pero no el gol; la portería valenciana se hacía cada vez más pequeña y el portero más grande. Hasta que por fin unos minutos después, en una contra llevada por Özil, Benzema en su mejor movimiento de la noche arrastró a la defensa che dejando un pasillo a Cristiano que parecía una autopista. El portugués apuró hasta el final, seguro de no fallar y no falló. Acribilló.

Se marchó Özil con otra asistencia y entró Granero, para dar más consistencia al medio. Después de un penalti de Miguel a Di María, en otra jugada que nació desde atrás, Lass rebañó sin ortodoxia pero con eficacia otro balón, y se lo dio a Cristiano, que marcó en el césped del Bernabéu el gol que todos marcamos de niños en el patio del colegio. Solo, pidió el desmarque del compañero con el brazo, bicicleta, se fue de uno, se fue de dos, se escoró a la derecha, gol, abrazos de los amigos. Sirena, a clase.

Se fue Di María desfondado física y psicológicamente, y entró –al fin- Diarrá. Pepe rodó como una peonza, da igual si se le parten los cruzados o le soplan el tobillo que nunca lo podremos diferenciar; y por fin, pitido final. Disponemos ahora de un tiempo tan importante como la victoria de ayer para seguir paliando las secuelas de Barcelona, dejar hablar a Emerys y Guardiolas para que sigan retratándose, recuperar y dar descanso a futbolistas contra el Auxerre, y preparar con calma y tiempo los seis puntos claves contra Zaragoza y Sevilla. Si había un plan, hemos cumplido la primera fase.

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Nada perdido, todo por hacer (30/11/2010)

Primer tercio de la temporada coronada con la visita al Mein Kampf, campo donde lo que pasa nos es narrado por la nazional poesíak de Ramón Besa y acólitos, y posteriormente distribuido por las redes especializadas a lo largo de toda la estepa estatal: ondas, papel, world wide web y boletines de Unicef.  Una de las primeras cuestiones de la noche era saber qué ganábamos o perdíamos con el cambio de Benzemá por Higuaín. La brocha gorda de Higuaín, sus desmarques, el trazo fino del francés, su calidad asociativa, etc. Comprendemos todos que eso es debate para otro día tras la hostia suprema y sin paliativos que nos llevamos anoche, y los puntos de interés varían. Antes de las divagaciones técnico-tácticas ya pudimos ver con irritación cómo en el túnel de vestuarios futbolistas de Real Madrid y Barcelona se saludaban con compadreo y camaradería. Amigos, compatriotas, compañeros de selección… y sin embargo en la noche de ayer, ante todo, futbolistas de Madrid y Barcelona.

Sacaba el Madrid y ya en la primera acción del partido Ramos se hizo un embrollo con la pelota. No sería su peor fallo. Özil sobre Xavi, como dicta el guión de Mourinho, y salvo que Özil tuviera el balón, cosa que pasaba cada mucho tiempo, el Madrid tenía cero continuidad en su juego. De hecho, ni siquiera había juego. Pepe y Casillas ejercían de topos barcelonistas desde la defensa blanca regalando una y mil veces balones en largo donde no había nadie para recogerlos, y el Barcelona acumulaba material, tiempo y superioridad para tejer en torno a la pelota hasta que bien Messi, bien Iniesta, aceleraran el sedativo proceso tikitakero. Así llego el primer gol de Xavi. Que el Madrid no estaba se intuía desde los primeros minutos. Los menos avispados terminaron de cogerlo con el 2-0 en el minuto 18. El Madrid intentaba agruparse en torno a un 4-3-3 en la fase defensiva con Di María de interior, pero algo fallaba. Nada era suficiente.

El segundo gol del Barcelona es el mejor resumen del partido. El Barcelona tuvo el balón durante un minuto y medio sin que nadie del Madrid osara recuperar la pelota, como si adornar un tenue movimiento de piernas con la mirada fuera a dar frutos. Nadie siquiera se quiso tirar al suelo a por el balón, presión sin asfixia, ridículo al cuadrado. En el balón de Xavi, Messi arrastra al interior hasta a cuatro jugadores, lo que dejó brillando en el césped del Mein Kampf la charca que acompaña permanentemente la espalda de Ramos. A imagen y semejanza de Alicante y Milán, para más información.  Pero lo más desesperante en Sergio es esa pose de superclase. Las manos atadas a la espalda. ¿Qué hostias es eso? ¿Un futbolista de élite aún desconoce el efecto positivo del braceo y prescinde de sus brazos? ¿Tan sobrado vas, Sergio?

El partido estaba definido por la magistral clase de implicación física culé y la falta de intensidad blanca.  En el Barcelona todo era bueno, bonito y multivitaminado: desmarques de ruptura, diagonales, pase interior, salida de balón, control del partido, disposición táctica. Hablar de las ocasiones del Madrid en medio de tal naufragio es como contar un chiste de Lepe en un entierro. La primera radiografía estadística del partido era arrolladora: 75% de posesión para el Barcelona.  Y muchos jugadores sobrepasados por los acontecimientos: Di María, Özil, Marcelo, Alonso, Khedira. Muestra del desquicio blanco era ver a Bruce Banner subir al medio campo para presionar a Messi, Marcelo atravesando el campo con el balón cosido al pie sin encontrar un apoyo ni una solución en 35 metros… Lo mejor que pudo pasarnos en la primera parte fue la trifulca que inició Guardiola contra Cristiano, rememorando a su maestro Cruyff negándole un balón a Laudrup años ha. La reyerta, en la que faltaron las navajas, bajó algunas revoluciones el juego del Barcelona e interrumpió la búsqueda del tercero antes del descanso, pero sólo eso. El balón nunca hubiéramos podido discutírselo. Entre rondo y rondo barcelonista nos deleitamos una vez más con la proverbial interpretación del juego de Casillas, despejando con un balonazo todos los balones que le llegaban, una amarilla al genial recipiente de papillas argentino por simular una agresión de Carvalho y poco más.

Claves: El Barcelona es un conjunto con una altísima capacidad de posesión, asociación y desmarque. El Madrid es un equipo en desarrollo en pos del ataque directo. No tiene jugadores ni disposición para contener una avalancha. En la confrontación de ayer la presión del Barcelona cortocircuitó definitivamente al Madrid, que salió desde el inicio cohibido y superado por la condición táctica de su rival. La presión del Madrid se limitaba a correr tras la pelota y sin ninguna intensidad física.  Ante un equipo que tiene el rondo y el desmarque de ruptura como credo, eso es un suicidio. Algunos nombres propios: Khedira se confirma como un centrocampista de apoyo y nada más en las citas difíciles. Pasó en Milán y pasó ayer. Si la superioridad contraria es clara, todo depende de Alonso –ayer desquiciado y desquiciador-, y el alemán es incapaz de ayudarle en la tarea de imponer el centrocampismo blanco. ¿Su juego admite esas mejoras/capacidades? Di María estuvo completamente sobrepasado por el acontecimiento desde el primer minuto. Empequeñecido y acomplejado, erró pases a tres metros.

Para la segunda parte Özil se quedó en el banco y saltó Lass, intentando que Alonso adelantara su posición unos metros e intentando protegerle por un colchón de doble capa con el alemán y el francés.  Pero ayer todo estaba perdido. La imprecisión en el pase continuó siendo vergonzosa todo el partido. Los jugadores fallaban en todo lo que se proponían, y el Madrid firmó otra parte deficitaria. Llegaron tres goles más, y podríamos repetir otras tres veces los errores propios y los aciertos ajenos, pero es demasiado doloroso. Personalmente creo que Mourinho se resbaló en la concepción del encuentro, ya que tal avalancha de centrocampismo barcelonista –reforzada por Alves- era un alud para sólo dos hombres, uno superélite y el otro recién llegado; y el tercer volante, si bien no podría haber evitado la derrota general, podría haber intentando equilibrar la particular derrota en la que se gestó la batalla, el mediocampo.

Cada madridista tendrá su opinión sobre el sometimiento de ayer. En cualquier caso, el 5-0 es un palo durísimo para un equipo joven que se proyectaba inmenso en el horizonte mediano y lejano. La tarea psicológica de  restructuración de Mourinho se antoja vital. Hay hombres y ganadores en el equipo, pero hay muchos recién llegados a los que este 5-0 podría marcarles durante mucho tiempo. José Mourinho, tienes la palabra.

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Orgulloso madridismo (15/11/2010)


Se presentaba un partido interesantísimo en el Molinón. El Madrid no tenía a Mou en el campo y el entrenador rival había trazado un plan maestro en el que la consigna era calentar el partido, a su afición, e hipermotivar a sus jugadores. De nuevo nos subimos a la máquina del tiempo. Rival retro y norteño, años 80, “vosotros madridistas sois los más fascistas”, el norte de España terreno minado para el madridismo, etc. En lo puramente futbolístico la duda antes del partido era conocer la disposición de Alonso y Khedira con las ayudas de Di María y Özil. Desde que Preciado abrió la boca estaba claro el guión del partido: el público prácticamente en el campo, jugadores pasados de revoluciones, cortocircuitos del juego y de la continuidad en cada situación desfavorable. El partido tendría aires de semifinales de Copa, y habría asfixia, presión, pero no juego. El Real debería mantener la cabeza fría y el libro de variables cerca de la mano.

Desconocemos si Preciado albergaba esperanzas de ganar el partido con esas declaraciones anticipo de su plan maestro o es que es así de tonto. Vistas las evoluciones en la semana parece que hay algo de las dos opciones. Los comentaristas conocedores de la polémica avisaban: “cada uno sabe que es lo que tiene que hacer”. Las primeras sospechas se confirmaban antes de los cinco minutos de juego: el Madrid despejaba la pelota sin miramientos y al cielo. Hasta cuatro despejes consecutivos sin buscar una jugada, el control del partido o la bajada de revoluciones a través de la posesión.

En un partido turbio, sucio y feo se sacan numerosas lecturas que bien hará Mourinho en apuntar y trabajar, pues en eso se basa su grandeza: el trabajo y el manejo de alternativas infinitas. En los 5 primeros minutos el Madrid apenas tenía información de la pelota. Özil, uno de los señalados en el preámbulo, bajaba a ayudar y robar; el Madrid debía buscar la superioridad, y Marcelo, en un partido esperanzador y adulto que años atrás le habría hundido en la miseria, comenzó surfeando la defensa asturiana en una jugada que no tuvo repercusión. A los 10 minutos los nervios ya eran insoportables, parecía que no se terminaría una jugada en todo el partido. Al Real le costaba hacer pasar la pelota del medio campo, y conservarla con criterio era una quimera. A pesar de todo, poco a poco, y dentro de la marejada, el equipo iba enderezando el timón; Higuaín, al palo.

Özil es un futbolista sobre el que podemos hablar paralelamente en términos positivos -es indetectable- y en negativos -es invisible-. A pesar de la intensidad del partido, aparecía intermitentemente, dando apoyo en la derecha para oxigenar la jugada, socorriendo a Alonso, lanzando a Cristiano… Preciado, solitario en el margen del campo, admiraba sus planes y se preguntaba si a la hora y media de juego alcanzarían el calificativo de “obra”. La batalla en el partido, y el duelo específico en el medio campo, modificó la calcomanía del 4-2-3-1, y en algunas fases defensivas vimos un 4-1-2-3 con Di María haciendo de interior. Alonso, único futbolista con carnet de pilotaje en el Madrid, no se hacía con la pelota, aunque su futbol zonal sin balón es serio y consistente. Y no es demérito del vasco que tuviera problemas,  el Sporting  acumulaba jugadores en el medio como si fueran adolescentes en la cola de un concierto.

Para dejar constancia de nuestro juicio objetivo señalaremos con dolor pero sin preocupación a Khedira, que muestra algún tipo de dificultades para hacerse notar en partidos físicos e intensos. Le pasó en Milán, y le estaba empezando a pasar en Gijón. Más información de estructura y funciones: Di María espera los rechaces de los córners, algo normal si por arriba no es fuerte y maneja varios recursos en segunda jugada. Apuntando y recordando todos los detalles de anatomía ya somos capaces de plasmar algunos esquemas y mecanismos de este equipo, como si fuera el esqueleto de un dinosaurio en una sala de arqueología. Lo tenemos casi completo, aunque en cada partido descubramos nuevos detalles. Si me distraigo en historias secundarias o paralelas es porque el esquema del partido se repetía en bucle: barullo, tensión, primera llegada seria del Sporting, un sportinguista en el suelo, dos paradas de Casillas, un pase interior de Marcelo (suma y sigue) a Higuaín, 6 vueltas de campana a la Busquets, muchísima imprecisión blanca arriba en el último o penúltimo pase…

Al final de la primera parte otra llegada seria del Gijón, y Pepe en un duelo cardiaco con Sangoy se lanza al suelo a corregir. Entre la poca ortodoxia en sus cruces y la tensión del partido se temía la aparición en cualquier momento de Bruce Banner. El partido estaba siendo malo en lo futbolístico, pero la actitud del equipo era buena y existía una disculpa ante la falta de control . Para la segunda parte la pregunta era saber si los del Sporting aguantarían así y el Madrid podría encontrar una rendija entre el cansancio. Casillas sigue desconocido con el pie, y es de agradecer que siguiera con su progresión en este partido tan espeso. Un portero con buen pie da continuidad al juego y buenas alternativas. Entre los destacados faltó por segunda vez consecutiva Di maría, que no afiló la bayoneta . Viendo los primeros minutos del partido pensé en tres posibles cómodos en el ambiente: Cristiano y Alonso por su pasado inglés y Di María por su carácter retador. No fue el caso.

La segunda parte, como contra el Milan y el Aleti, tuvo prácticamente 5 minutos de asedio consecutivos: Di María intentó una reedición de su pase con el exterior, señalaron un fuera de juego que no era a Higuaín, otra cabalgada de Cristiano… A la hora de partido, el número 22 ya no estaba. Si se le ancla eternamente a la derecha sus únicas alternativas son la carrera por fuera o dar salida por dentro. Teniendo como tenemos a un Cristiano polivalente, total, omnipresente, se agradecería ver alguna vez a Di María en la izquierda. Su situación era como la del equipo, cansado, fuera de lugar, cada minuto más lejos del objetivo. Llovían balones de las alas pero el Madrid ayer fue un solar en segunda línea. Este factor reaviva el debate del nueve. Tanto Benze como Higuaín, Cristiano o hasta Khedira pescarían enormemente con un nueve y el equipo tendría una alternativa más.

Con la entrada de Benzema llegaron las ocasiones: en el 70 Cristiano roba y le deja a Higuaín medio gol que no convirtió. Era el 0-1 del guión mascado. Minuto, jugador y situación de libro.  Al minuto siguiente el Sporting devolvió la cortesía, cosa inaudita en la noche de ayer. Mou, estático y hierático todo el partido, se movía como una sombra detrás del cristal. Los asturianos ya no disimulaban su trivote en las fases defensivas del partido. “Tanto para tan poco”, pensábamos desde el lado blanco. En los últimos instantes, y con 10 minutos para la semitragedia, Marcelo culminó su partido multidisciplinar con dos ocasiones en las que se acompañó de Benzema. En una el francés no le vio a la izquierda y en otra a punto estuvo Marcelo de estampar el balón en el palo corto asturiano. Hasta que llegamos al minuto del gol, minuto de extrañísimas sensaciones. Özil asfixiado en recursos dimite y se la da a Ramos que… centra bien, remata Benzema en un gesto feo, como si fuera un árbol del que colgaba un marsupial de rayas y… el portero canta ofreciendo a Higuaín un remate patentado por Baúl y registrado al minuto siguiente por Carvajal, marcando el gol de la victoria.  Sudores fríos, recuerdos de épocas pasadas. Casillas se cruzó de brazos por la espalda y paseó como pasean los maestros por los pasillos.

De nuevo al minuto siguiente, y en una jugada prácticamente simétrica, Casillas atajó el empate. 10 minutos para Lass, al que si le queda alguna actividad útil como futbolista es sólo la de la persecución. Lastimado, mayor, dañado y extracomunitario, la distancia entre Diarrá y Lass es sideral y siempre favorable al malí. Como brillante epílogo, luego de la entrada de Arbeloa por Özil para ponerse de interior derecho, (¿eso no debería haberlo hecho Lass?), Cristiano nos regaló un epílogo sensacional después de la enésima agresión. Orgulloso, suntuoso, enfurecido, valiente, abrazó a todos los madridistas sin complejos con su sensacional “más, más, más”, regalando otra viñeta para el recuerdo al madridismo y al antimadridismo. Estamos aquí, y estamos preparados.

El partido horroroso, arroja muchísimas y útiles lecturas para el futuro: juego en inferioridad emocional, alternativas futbolísticas, Di María, Lass-Mamad.. Mourinho estará encantado: a la vez que gana, tiene más y más trabajo.

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Es duro ser del Aleti (08/11/2010)

Tras coronar con más o menos satisfacción uno de los ocho miles de la temporada en San Siro, llegaba un clásico en nuestros calendarios, un otrora intenso derbi que a día de hoy es un 5.800 que se sube sin mucha dificultad, como el Kilimanjaro. Los Ultras Sur saludaban al resto de espectadores, jugadores y mundo entero con una pancarta imponente aunque de dudoso impacto, «esto es Madrid», como si parafraseando la épica centenaria de Anfield fuéramos a quitarle las polillas al Bernabéu. A pesar de todo, se agradece el esfuerzo a los únicos que salpimientan un poco el suplicio ambiental del templo de los piperos.

El equipo de Mourinho ya es un equipo definido, con todos sus escalafones más o menos claros y podríamos decir que se encuentra cerca del pleno rendimiento. Es un coche competitivo hecho y terminado en un tiempo récord, y en cada prueba sólo vemos las pertinentes mejoras de motor que se trabajan durante la semana. Tardó sólo dos minutos el Madrid en llegar a la puerta del fenomenal De Gea con un cabezazo de Pepe (al balón) que blocó el portero. El Madrid intentaba hacerse cargo de la pelota, la dinámica y el partido, y para ello alternaba en busca de una solución pases cortos, largos y posesión. Asustó Forlán, avisando el daño que podía hacer a espaldas de Carvalho, pero fue sólo un espejismo, anticipo de otro enorme partido del portugués, esta vez a la sombra y al resplandor.

El Aleti adelantó sus líneas 25 metros, lo que produjo los embotellamientos de rigor. Özil en un bosque de rayas, Cristiano con dos soldados en frente… sólo cuando el balón bajaba al medio se ganaba un poco de perspectiva aunque se alejara el objetivo. Higuaín afinaba los colmillos, y cada vez que el balón rondaba a Alonso o Di María, el argentino de Brest se preparaba y condicionaba su cuerpo para el sprint y el desmarque. Poco a poco, como cae la arena en el reloj, el Madrid se volcaba sobre el área rival: gol anulado a Khedira, disparo lejanísimo de Higuaín. El Madrid poseía el partido sin utilizar a todos sus hombres, con Di María ausente y Özil desaparecido. «Una buena noticia», diría un optimista.

Una de las virtudes del Madrid es su metódica cita con el gol, a imagen de su entrenador. No recuerdo desde la 96-97 de Capello tantos goles antes del minuto 15. Mención especial para Carvalho, no por marcar, sino por su forma de hacerlo. Carvalho está en el inicio de la jugada y la culmina. Todo bien hasta ahí, pero recordamos que el portugués juega de central. Sólo podemos decir parabienes del oportunismo y eficacia de este hombre eligiendo las incorporaciones a las jugadas. Ya nos dio la victoria contra Osasuna con un gol que en aquella ocasión era una contra iniciada por Khedira. Hoy más mérito aún, ya que la jugada se inició con un robo suyo. Al definir, su cuerpo apunta al palo largo y con el interior derecho cruza suave al palo corto, como si fuera Ronaldo y estuviéramos en 2006.

En el 18, una falta en el borde derecho nos llena los ojos de chiribitas, noticia: Cristiano se aleja del balón, y puedo imaginar que al menos todos los rivales y espectadores pensaron en una jugada al segundo palo, una jugada ensayada. Özil se imaginó en el césped el rastro de migas hasta el segundo palo que había dejado el desconcierto de Cristiano y allí envió la pelota. 2-0, minuto 18. Partido prácticamente resuelto. Tiene este Madrid un aire huracanado y empieza los partidos decidido y concentrado; los que no oponen mayor resistencia son deglutidos en apenas 20 minutos, y el resto del partido es como asistir a la lectura de un best seller sin interés. Las segundas partes pasan como pasan los minutos en las fotocopiadoras. Otros de los updates lo ha sufrido Casillas, al que cada vez vemos menos miedoso con el pie. En un nuevo capítulo desconocido de anatomía madridista, Khedira y Ramos -189 y 183 cm-, hacen de pantallas en los córners para Carvalho, de 181 cm. Menos alto, pero tal vez con más muelles.

La arboleda atlética se deshacía y Özil aparecía algo más. En una bellísima jugada con Higuaín, sacudió su clase para hacer un túnel, apoyarse en Higuaín que devolvió a un toque, pisar la pelota e irse espectacularmente. En algunas fases el equipo defendió en 4-4-2, y al alemán y a Di María les tocó quedarse aparcados en bandas. Que Marcelo es el Maicon de Mou ya lo sabíamos, pero además hay indicios: cuando comienza la jugada Alonso baja, Ramos se mantiene en el lateral y Marcelo pisa la cal del medio para ensanchar y abrir. Y hasta arrancó un aplauso del público, ¿un drible, una galopada, un apoyo a Alonso? No, una recuperación de balón, faltaría más.

Del Atleti como conjunto no había noticias, latigazos forlanianos, galopadas de Agüero y Reyes exigiendo a Casillas y Marcelo. Pero este Madrid nos ha acostumbrado a tal nivel de eficacia y control del rival que apenas asustan, aunque el balón se deslice varias veces entre la línea de gol y el delantero. La segunda parte se inició con Özil, jugador de más calidad que presencia, sirviendo un bonito centro a Higuaín que por poco no hizo astillas del palo. Un ayudante se lo contó Mou, que asientió. Por desgracia para todos, el partido ya estaba deshecho sin que supiéramos muy bien por qué. A pesar de todo, aún pudimos presencia bellos detalles del equipo. Cuando la posesión y el ataque es blanco hasta 9 hombres en campo rival, revival from Chelsea.

Cuando los comentaristas hablan de Khedira como medio defensivo, o recuperador, no estoy totalmente de acuerdo con la denominación. Khedira, sobre todo, lo que hace es engordar el alambre de los acróbatas dando al juego pausa o ritmo, según interese, y continuidad al equipo. Pero no es un jugador atado a un rol específico. Sin conocer estadísticas, no creo que haya mucha diferencia con los balones que recupera Alonso o Marcelo. Todos coincidimos en que Khedira es una bendición y posiblemente Pérez aún no sepa quién es.

A la hora de juego el correcalles estaba oficializado. Y si al inicio de la temporada aguardábamos estos minutos para ver las nuevas caras, ahora ansiamos los cambios para ver a esos jugadores que aún definen su rango social en el ecosistema de Mou y para aligerar de minutos de basura a gente que empieza a parecer algo cansada. Alguien que nunca podrá ser sustituido es Alonso. Si lo más parecido que hay en la plantilla es un desheredado Gago y un inexistente Granero, además de un jovencísimo Canales -al que debemos cuidar-, yo me inquieto bastante. El Madrid destroza los partidos en apenas dos bocados, y uno de los objetivos es alargar la duración del rodillo y de la concentración. A 20 minutos del final entró Benzema, no por el desaparecido Di María, sino por Higuaín, y un rato después Albiol por el héroe de guerra Carvalho. Cuando los jugadores no han matado el partido con sus goles, los mata Mou con sus cambios.

Para los nostálgicos, 8 minutos del fantástico Mahamadou Diarrá, al que Mourinho dio entrada a pesar de estar visiblemente afectado por el Khé Dirán, premiado tal vez al malí por su saber estar. Tras la baja definitiva del multitasking Lass, Mamad se antoja un pequeño futbolista estratégico, casi de coleccionismo, en este Madrid de Mou. Con un futbol infinitamente más sobrio y razonado que el de Lass -la epilepsia hecha fútbol-, ¿por qué no hemos redescubierto a un futbolista para los últimos minutos y las plazas más complicadas? Evidentemente, en ese momento ya no había ninguna historia, y el Aleti estaba rendido, pero también es cierto que fue con 3 centrocampistas (4-1-2-3) de ESCUELA en el campo que el Madrid se volcó hacia la portería atlética, propiciando muy bonitas jugadas para marcar, hasta cuatro muy claras: Khedira de tiro lejano, Ramos a pase de Cristiano de espaldas y Alonso, Benzema que fallo a lo Higuaín (como dirían los antihig), Marcelo tras una preciosa dejada con el exterior del francés…

Este Madrid está estructurado, formado, tiene hambre y destroza los partidos en 20 minutos. Se avecinan partidos propicios para el reparto de minutos antes de la ascensión definitiva, el Nou Kampf.

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Haciéndose hombres (04/11/2010)



Todos los madridistas esperábamos la cita en Milán nerviosos y contentos tras nuestra victoria en el Bernabéu, aunque llegáramos tensos a los últimos días. El duelo se perfilaba mientras avanzaba la semana, en la que era nuestra primera salida a territorio sioux. A nadie le hubiera importado que los jugadores saltaran al campo ya con las camisetas sucias. Tras la visita a San Siro en esta liguilla, sólo queda el Barcelona y los cruces en Europa a vida o muerte como grandes pruebas. El protagonismo prepartido iba para Mourinho, que recordó hazañas pasadas al público y asistía al inicio del juego enseñando a toda Europa las suelas de sus zapatos en el banquillo mientras mascaba chicle con desprecio. Bonita imagen si pensamos que anoche Mourinho estaba sentado en la sala de estar de su ex suegra.

Los tifosi se encargaron de llevar nuestra emoción hasta el inicio del partido: tifos, pancartas ochenteras, banderas, cánticos… El primer jugador del que tuvimos constancia fue Di María, poliédrico y polifacético, y hasta barato y guapo según le vemos avanzar y correr. Unas veces ayuda a Ramos, otras filtra pases interiores, otras marca goles, pero siempre está presente de alguna forma. La repetición de ciertos automatismos se convierte en rutina, y de todas las muescas de la nueva anatomía madridista ya hay varios clásicos. Uno de ellos es la presión de Özil al mediocentro rival -Pirlo- en el inicio de la jugada contrario. Los italianos, en una muestra de sofisticación táctica, abrieron fuego a discreción sobre Alonso, que se llevó tres entradas por la espalda en cinco minutos.

La previa que se juega dentro de los minutos iniciales de los partidos se prolongó más que en otras ocasiones, y había gestos apresurados y esfuerzos máximos en los futbolistas. Un sprint entre Pepe, Carvalho y Pato nada más comenzar el partido daba muestras de las disposiciones. El Milan, sin ganas ni necesidad de repetir los errores del Bernabéu, iba donde quiera que fuera la bola blanca, pero todos juntos y de la mano, como una mole gigante de 8 o 9 hombres. Poco importaba que quedaran espacios abiertos en las bandas contrarias de 8 o 10 metros de ancho, y fue una lástima que Alonso no probara con un latigazo a Cristiano o Di María.

Marcelo, activo, ordenado, inmenso; actuó como recurso de emergencia tanto en la elaboración -precaria y precipitada al inicio- como en las incorporaciones ofensivas. Cuando Marcelo coge la pelota en 3/4 tenemos la sensación de que el campo se reduce a una cancha de fútbol sala, que los defensas echan raíces en el suelo y sólo pueden pararle tirados desde el piso, y que algún día la jugada terminará en un gol para el recuerdo, o que a lo mejor tendremos un recurso de autor durante una década. Pasados los diez primeros minutos, de ritmo alto y ajetreado, los rivales comenzaron a intercambiar golpes. Alonso – en otro gran partido a la sombra- le puso un balón a Pepe en la cabeza que el portugués no acertó. Luego, el presidiario Boateng probó a Casillas. En este tipo de jugadas -remate del medio que se incorpora al ataque- se agradecería que Khedira estuviera pendiente del rechace en segunda línea.

Higuaín cayó varias veces al ala izquierda del ataque blanco, y aunque es el único de la parte de arriba sin cualidades para retener balón y participar en la creación y lectura de juego, se integró satisfactoriamente en algunos movimientos globales buscando el pase interior. En una ocasión Cristiano no finalizó, en otra la jugada pasó de largo. Di María, nuestro jugador franquicia tras Cristiano, volvió a protagonizar una galopada que no supo terminar. Al principio no se atrevió o no pudo chutar, luego no supo ver el pase.

A pesar de la tensión del partido, el Milan no llegaba a incomodar. Con Pirlo más cerca de Abiatti que de Casillas, sin fútbol en el mediocampo, sólo disponía de dos recursos: balón largo y contra. Estaba resultando una primera parte atípica, con 15 minutos de largo tanteo y 15 de juego; y partir de la media hora, entre el teatro de Cristiano y la aparatosidad de Gattuso se diluyó la primera parte entre la sensación que no haber pasado nada, pero tuvimos el cuerpo en contracción casi una hora. A destacar la dificultad de Khedira en la noche de ayer para imponerse en algunas fases del partido. Khedira, sin ser un creador, ni siquiera un distribuidor notable, tiene un peso decisivo en el engranaje blanco. Ante un choque alborotado, de ida y vuelta y sobreexcitado, Khedira se las vio y se las deseó para entrar en contacto con el balón. Y la falta de Khedria se traduce en falta de pausa, de tiempo de repliegue ofensivo… A pesar de todo, cuando entró en contacto siempre fue para sumar: recuperaciones, balones aéreos proyectados por Abiatti al cielo de Milán, rápidos pases verticales, tiro lejano rozando el palo…

Al final de la primera parte el Fideo filtró un precioso pase a Higuaín (con la ayuda del arrastre de Cristiano) que era una invitación al desvirgue europeo del argentino. Higuaín convirtió y se sacudió algunos fantasmas, y hubiera sido muy divertido que festejara el gol como Adebayor, que literalmente se sacude la mala suerte después de marcar un gol. El gol de Higuaín, si bien es en San Siro y en miércoles, es una felicidad a medias. Apenas levantado el telón para el segundo acto, el Real dio la impresión de querer el partido, con un tirazo de Cristiano que sacó Abiatti y con una presencia casi íntegra en los primeros 5-6 minutos de la segunda parte en el campo milanista.

Di María volvió a engrosar su lista de desbordes y asistencias, pero esta vez faltó un nueve en el área pequeña. Es una pena que el Madrid no terminara el partido antes de entrar en una autocomplacencia penosa que coincidió con la entrada de la rata Inzaghi, que de no haber sido futbolista habría valido para interpretar el papel de Theodore Bagwell o similar. A media hora del final, con la rata Inzaghi incordiando a nuestros jugadores sobre el alcantarillado italiano, Marcelo le hizo la misma que Roberto Carlos le hizo a Giuly en un 2-0 al Barcelona, sólo que el italiano empujó y agredió por la espalda miserablemente Xabi Alonso. Sin noticias de Webb.

El partido automáticamente bajó una marcha y el Madrid se recreó en un juego plano y sin objetivos por primera vez en la temporada, como si le molestara que el crono sólo apuntara 60 minutos en vez de 90. No ayudó la desaparición del terreno de Özil, un poquito pequeño a pesar de su calidad ante hombres grandes, y con una vandervaartesca sensación de tener gasolina para 60 o 70 minutos. Menos de 10 minutos con la molesta -pero eficaz- versión italiana de Baúl en el campo y Pepe se confió tanto en un balón con Ibra que quiso despejar tirándose al suelo. Nadie entendió la lógica de ese gesto, y el sueco se llevó la bola. Casillas, como queriendo ganar tiempo, dio un paso adelante para atrapar eso que soltó Ibra que ni parecía un centro, ni un chut, ni un centrochut, pero terminó en gol. Si este gol nos dolió porque fue culpa nuestra íntegramente, más nos dolió el siguiente en un fuera de juego «obsceno», como apuntó Isidro en los comentarios. Casillas terminó de neutralizar su balance personal en San Siro (paradas a Boateng e Ibra en la primera parte) con un ridículo salto ante Inzaghi, el delantero con menos clase y más instinto del mundo durante muchos años. Un delantero que jamás en su vida buscaría una vaselina. A partir del gol, los dinosaurios milanistas comenzaron a rodar sobre el césped de San Siro como si fueran gatos mimados en una alfombra; Gatusso, Pirlo… Sin embargo es admirable ver cómo el Milan domina el fútbol subterráneo.

La obscenidad absoluta llegó en el 87′, cuando Abate felicitaba a Inzaghi mientras atendían a Pirlo. Abate, creyéndose tal vez perdedor, fue sin saberlo el ganador de un estúpido duelo que Cristiano continuó durante todo el partido, que le sacó del mismo y le montó en ese estúpido vodevil  ambulante llamado «Cristiano contra el mundo». Fue al final del partido, con todos los milaneses felicitándose por la victoria, que Alonso, en un balón que el 80% de futbolistas habría colgado a la olla, le colocó con el interior del pie un pase vertical a Benzema, que leyó el desmarque de León a la perfección y continuando la magistral maniobra del vasco filtró un bello pase al murciano, que no se sabe muy bien cómo, alojó el balón entre las piernas de Abiatti. El gol se celebró como si diera un pase a una semifinal, tal era la decepción de los madridistas, que viéndose superiores en un partido desordenado siempre merecieron la victoria.

El empate nos deja clasificados y con un sabor de boca agridulce, puesto que ayer debimos -obligación y posibilidad- ganar en San Siro.  La maquinaria sigue compenetrándose y mostrando solidez a pesar de algunos desajustes, y Mourinho sigue teniendo retos delante suyo: dosificar esfuerzos, Özil, Higuaín, Benzemá, Pepe, los dos derbis… Esperamos todos ellos con ganas, tras esta prórroga de nuestra ansiedad.

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