Es duro ser del Aleti (08/11/2010)

Tras coronar con más o menos satisfacción uno de los ocho miles de la temporada en San Siro, llegaba un clásico en nuestros calendarios, un otrora intenso derbi que a día de hoy es un 5.800 que se sube sin mucha dificultad, como el Kilimanjaro. Los Ultras Sur saludaban al resto de espectadores, jugadores y mundo entero con una pancarta imponente aunque de dudoso impacto, «esto es Madrid», como si parafraseando la épica centenaria de Anfield fuéramos a quitarle las polillas al Bernabéu. A pesar de todo, se agradece el esfuerzo a los únicos que salpimientan un poco el suplicio ambiental del templo de los piperos.

El equipo de Mourinho ya es un equipo definido, con todos sus escalafones más o menos claros y podríamos decir que se encuentra cerca del pleno rendimiento. Es un coche competitivo hecho y terminado en un tiempo récord, y en cada prueba sólo vemos las pertinentes mejoras de motor que se trabajan durante la semana. Tardó sólo dos minutos el Madrid en llegar a la puerta del fenomenal De Gea con un cabezazo de Pepe (al balón) que blocó el portero. El Madrid intentaba hacerse cargo de la pelota, la dinámica y el partido, y para ello alternaba en busca de una solución pases cortos, largos y posesión. Asustó Forlán, avisando el daño que podía hacer a espaldas de Carvalho, pero fue sólo un espejismo, anticipo de otro enorme partido del portugués, esta vez a la sombra y al resplandor.

El Aleti adelantó sus líneas 25 metros, lo que produjo los embotellamientos de rigor. Özil en un bosque de rayas, Cristiano con dos soldados en frente… sólo cuando el balón bajaba al medio se ganaba un poco de perspectiva aunque se alejara el objetivo. Higuaín afinaba los colmillos, y cada vez que el balón rondaba a Alonso o Di María, el argentino de Brest se preparaba y condicionaba su cuerpo para el sprint y el desmarque. Poco a poco, como cae la arena en el reloj, el Madrid se volcaba sobre el área rival: gol anulado a Khedira, disparo lejanísimo de Higuaín. El Madrid poseía el partido sin utilizar a todos sus hombres, con Di María ausente y Özil desaparecido. «Una buena noticia», diría un optimista.

Una de las virtudes del Madrid es su metódica cita con el gol, a imagen de su entrenador. No recuerdo desde la 96-97 de Capello tantos goles antes del minuto 15. Mención especial para Carvalho, no por marcar, sino por su forma de hacerlo. Carvalho está en el inicio de la jugada y la culmina. Todo bien hasta ahí, pero recordamos que el portugués juega de central. Sólo podemos decir parabienes del oportunismo y eficacia de este hombre eligiendo las incorporaciones a las jugadas. Ya nos dio la victoria contra Osasuna con un gol que en aquella ocasión era una contra iniciada por Khedira. Hoy más mérito aún, ya que la jugada se inició con un robo suyo. Al definir, su cuerpo apunta al palo largo y con el interior derecho cruza suave al palo corto, como si fuera Ronaldo y estuviéramos en 2006.

En el 18, una falta en el borde derecho nos llena los ojos de chiribitas, noticia: Cristiano se aleja del balón, y puedo imaginar que al menos todos los rivales y espectadores pensaron en una jugada al segundo palo, una jugada ensayada. Özil se imaginó en el césped el rastro de migas hasta el segundo palo que había dejado el desconcierto de Cristiano y allí envió la pelota. 2-0, minuto 18. Partido prácticamente resuelto. Tiene este Madrid un aire huracanado y empieza los partidos decidido y concentrado; los que no oponen mayor resistencia son deglutidos en apenas 20 minutos, y el resto del partido es como asistir a la lectura de un best seller sin interés. Las segundas partes pasan como pasan los minutos en las fotocopiadoras. Otros de los updates lo ha sufrido Casillas, al que cada vez vemos menos miedoso con el pie. En un nuevo capítulo desconocido de anatomía madridista, Khedira y Ramos -189 y 183 cm-, hacen de pantallas en los córners para Carvalho, de 181 cm. Menos alto, pero tal vez con más muelles.

La arboleda atlética se deshacía y Özil aparecía algo más. En una bellísima jugada con Higuaín, sacudió su clase para hacer un túnel, apoyarse en Higuaín que devolvió a un toque, pisar la pelota e irse espectacularmente. En algunas fases el equipo defendió en 4-4-2, y al alemán y a Di María les tocó quedarse aparcados en bandas. Que Marcelo es el Maicon de Mou ya lo sabíamos, pero además hay indicios: cuando comienza la jugada Alonso baja, Ramos se mantiene en el lateral y Marcelo pisa la cal del medio para ensanchar y abrir. Y hasta arrancó un aplauso del público, ¿un drible, una galopada, un apoyo a Alonso? No, una recuperación de balón, faltaría más.

Del Atleti como conjunto no había noticias, latigazos forlanianos, galopadas de Agüero y Reyes exigiendo a Casillas y Marcelo. Pero este Madrid nos ha acostumbrado a tal nivel de eficacia y control del rival que apenas asustan, aunque el balón se deslice varias veces entre la línea de gol y el delantero. La segunda parte se inició con Özil, jugador de más calidad que presencia, sirviendo un bonito centro a Higuaín que por poco no hizo astillas del palo. Un ayudante se lo contó Mou, que asientió. Por desgracia para todos, el partido ya estaba deshecho sin que supiéramos muy bien por qué. A pesar de todo, aún pudimos presencia bellos detalles del equipo. Cuando la posesión y el ataque es blanco hasta 9 hombres en campo rival, revival from Chelsea.

Cuando los comentaristas hablan de Khedira como medio defensivo, o recuperador, no estoy totalmente de acuerdo con la denominación. Khedira, sobre todo, lo que hace es engordar el alambre de los acróbatas dando al juego pausa o ritmo, según interese, y continuidad al equipo. Pero no es un jugador atado a un rol específico. Sin conocer estadísticas, no creo que haya mucha diferencia con los balones que recupera Alonso o Marcelo. Todos coincidimos en que Khedira es una bendición y posiblemente Pérez aún no sepa quién es.

A la hora de juego el correcalles estaba oficializado. Y si al inicio de la temporada aguardábamos estos minutos para ver las nuevas caras, ahora ansiamos los cambios para ver a esos jugadores que aún definen su rango social en el ecosistema de Mou y para aligerar de minutos de basura a gente que empieza a parecer algo cansada. Alguien que nunca podrá ser sustituido es Alonso. Si lo más parecido que hay en la plantilla es un desheredado Gago y un inexistente Granero, además de un jovencísimo Canales -al que debemos cuidar-, yo me inquieto bastante. El Madrid destroza los partidos en apenas dos bocados, y uno de los objetivos es alargar la duración del rodillo y de la concentración. A 20 minutos del final entró Benzema, no por el desaparecido Di María, sino por Higuaín, y un rato después Albiol por el héroe de guerra Carvalho. Cuando los jugadores no han matado el partido con sus goles, los mata Mou con sus cambios.

Para los nostálgicos, 8 minutos del fantástico Mahamadou Diarrá, al que Mourinho dio entrada a pesar de estar visiblemente afectado por el Khé Dirán, premiado tal vez al malí por su saber estar. Tras la baja definitiva del multitasking Lass, Mamad se antoja un pequeño futbolista estratégico, casi de coleccionismo, en este Madrid de Mou. Con un futbol infinitamente más sobrio y razonado que el de Lass -la epilepsia hecha fútbol-, ¿por qué no hemos redescubierto a un futbolista para los últimos minutos y las plazas más complicadas? Evidentemente, en ese momento ya no había ninguna historia, y el Aleti estaba rendido, pero también es cierto que fue con 3 centrocampistas (4-1-2-3) de ESCUELA en el campo que el Madrid se volcó hacia la portería atlética, propiciando muy bonitas jugadas para marcar, hasta cuatro muy claras: Khedira de tiro lejano, Ramos a pase de Cristiano de espaldas y Alonso, Benzema que fallo a lo Higuaín (como dirían los antihig), Marcelo tras una preciosa dejada con el exterior del francés…

Este Madrid está estructurado, formado, tiene hambre y destroza los partidos en 20 minutos. Se avecinan partidos propicios para el reparto de minutos antes de la ascensión definitiva, el Nou Kampf.

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