Primer tercio de la temporada coronada con la visita al Mein Kampf, campo donde lo que pasa nos es narrado por la nazional poesíak de Ramón Besa y acólitos, y posteriormente distribuido por las redes especializadas a lo largo de toda la estepa estatal: ondas, papel, world wide web y boletines de Unicef. Una de las primeras cuestiones de la noche era saber qué ganábamos o perdíamos con el cambio de Benzemá por Higuaín. La brocha gorda de Higuaín, sus desmarques, el trazo fino del francés, su calidad asociativa, etc. Comprendemos todos que eso es debate para otro día tras la hostia suprema y sin paliativos que nos llevamos anoche, y los puntos de interés varían. Antes de las divagaciones técnico-tácticas ya pudimos ver con irritación cómo en el túnel de vestuarios futbolistas de Real Madrid y Barcelona se saludaban con compadreo y camaradería. Amigos, compatriotas, compañeros de selección… y sin embargo en la noche de ayer, ante todo, futbolistas de Madrid y Barcelona.
Sacaba el Madrid y ya en la primera acción del partido Ramos se hizo un embrollo con la pelota. No sería su peor fallo. Özil sobre Xavi, como dicta el guión de Mourinho, y salvo que Özil tuviera el balón, cosa que pasaba cada mucho tiempo, el Madrid tenía cero continuidad en su juego. De hecho, ni siquiera había juego. Pepe y Casillas ejercían de topos barcelonistas desde la defensa blanca regalando una y mil veces balones en largo donde no había nadie para recogerlos, y el Barcelona acumulaba material, tiempo y superioridad para tejer en torno a la pelota hasta que bien Messi, bien Iniesta, aceleraran el sedativo proceso tikitakero. Así llego el primer gol de Xavi. Que el Madrid no estaba se intuía desde los primeros minutos. Los menos avispados terminaron de cogerlo con el 2-0 en el minuto 18. El Madrid intentaba agruparse en torno a un 4-3-3 en la fase defensiva con Di María de interior, pero algo fallaba. Nada era suficiente.
El segundo gol del Barcelona es el mejor resumen del partido. El Barcelona tuvo el balón durante un minuto y medio sin que nadie del Madrid osara recuperar la pelota, como si adornar un tenue movimiento de piernas con la mirada fuera a dar frutos. Nadie siquiera se quiso tirar al suelo a por el balón, presión sin asfixia, ridículo al cuadrado. En el balón de Xavi, Messi arrastra al interior hasta a cuatro jugadores, lo que dejó brillando en el césped del Mein Kampf la charca que acompaña permanentemente la espalda de Ramos. A imagen y semejanza de Alicante y Milán, para más información. Pero lo más desesperante en Sergio es esa pose de superclase. Las manos atadas a la espalda. ¿Qué hostias es eso? ¿Un futbolista de élite aún desconoce el efecto positivo del braceo y prescinde de sus brazos? ¿Tan sobrado vas, Sergio?
El partido estaba definido por la magistral clase de implicación física culé y la falta de intensidad blanca. En el Barcelona todo era bueno, bonito y multivitaminado: desmarques de ruptura, diagonales, pase interior, salida de balón, control del partido, disposición táctica. Hablar de las ocasiones del Madrid en medio de tal naufragio es como contar un chiste de Lepe en un entierro. La primera radiografía estadística del partido era arrolladora: 75% de posesión para el Barcelona. Y muchos jugadores sobrepasados por los acontecimientos: Di María, Özil, Marcelo, Alonso, Khedira. Muestra del desquicio blanco era ver a Bruce Banner subir al medio campo para presionar a Messi, Marcelo atravesando el campo con el balón cosido al pie sin encontrar un apoyo ni una solución en 35 metros… Lo mejor que pudo pasarnos en la primera parte fue la trifulca que inició Guardiola contra Cristiano, rememorando a su maestro Cruyff negándole un balón a Laudrup años ha. La reyerta, en la que faltaron las navajas, bajó algunas revoluciones el juego del Barcelona e interrumpió la búsqueda del tercero antes del descanso, pero sólo eso. El balón nunca hubiéramos podido discutírselo. Entre rondo y rondo barcelonista nos deleitamos una vez más con la proverbial interpretación del juego de Casillas, despejando con un balonazo todos los balones que le llegaban, una amarilla al genial recipiente de papillas argentino por simular una agresión de Carvalho y poco más.
Claves: El Barcelona es un conjunto con una altísima capacidad de posesión, asociación y desmarque. El Madrid es un equipo en desarrollo en pos del ataque directo. No tiene jugadores ni disposición para contener una avalancha. En la confrontación de ayer la presión del Barcelona cortocircuitó definitivamente al Madrid, que salió desde el inicio cohibido y superado por la condición táctica de su rival. La presión del Madrid se limitaba a correr tras la pelota y sin ninguna intensidad física. Ante un equipo que tiene el rondo y el desmarque de ruptura como credo, eso es un suicidio. Algunos nombres propios: Khedira se confirma como un centrocampista de apoyo y nada más en las citas difíciles. Pasó en Milán y pasó ayer. Si la superioridad contraria es clara, todo depende de Alonso –ayer desquiciado y desquiciador-, y el alemán es incapaz de ayudarle en la tarea de imponer el centrocampismo blanco. ¿Su juego admite esas mejoras/capacidades? Di María estuvo completamente sobrepasado por el acontecimiento desde el primer minuto. Empequeñecido y acomplejado, erró pases a tres metros.
Para la segunda parte Özil se quedó en el banco y saltó Lass, intentando que Alonso adelantara su posición unos metros e intentando protegerle por un colchón de doble capa con el alemán y el francés. Pero ayer todo estaba perdido. La imprecisión en el pase continuó siendo vergonzosa todo el partido. Los jugadores fallaban en todo lo que se proponían, y el Madrid firmó otra parte deficitaria. Llegaron tres goles más, y podríamos repetir otras tres veces los errores propios y los aciertos ajenos, pero es demasiado doloroso. Personalmente creo que Mourinho se resbaló en la concepción del encuentro, ya que tal avalancha de centrocampismo barcelonista –reforzada por Alves- era un alud para sólo dos hombres, uno superélite y el otro recién llegado; y el tercer volante, si bien no podría haber evitado la derrota general, podría haber intentando equilibrar la particular derrota en la que se gestó la batalla, el mediocampo.
Cada madridista tendrá su opinión sobre el sometimiento de ayer. En cualquier caso, el 5-0 es un palo durísimo para un equipo joven que se proyectaba inmenso en el horizonte mediano y lejano. La tarea psicológica de restructuración de Mourinho se antoja vital. Hay hombres y ganadores en el equipo, pero hay muchos recién llegados a los que este 5-0 podría marcarles durante mucho tiempo. José Mourinho, tienes la palabra.
Andreu Buenafuente estaba en la Sexta en Noviembre de 2010…..¿Y ahora?