
El 12 de diciembre fue la fecha en la que el calendario nos mandó a Zaragoza en uno de los 36 entrenamientos con público de los que consta esta liga. La Romareda es un campo emblemático para todos los madridistas: en 1994 debutó Raúl y en 2010 Baúl apagó la llama de la agonía, la vergüenza ajena y el sufrimiento para dar lugar a una nueva época de limpieza deportiva e institucional. En el otro lado nos esperaba un conjunto de Aguirre, y aún nos duelen las patadas de los derbis de cuando entrenaba al Aleti. Cínico como es él, dijo que quería ganar al Madrid “jugando bien al fútbol”, esa nueva moda.
El partido comenzó con todos los protocolos desarrollados correctamente cuando el Madrid es visitante, camiseta suplente si procede y pitos e insultos a Cristiano. Salió el Zaragoza acelerado, imprimiendo un ritmo alto e intenso en los primeros minutos. El Madrid, como cada vez que le han presionado este año, despejaba los balones en largo mostrando la ternura de su medio campo para hacerse con la situación. En una de las primeras acciones ofensivas del equipo, Benzema, delantero con la asociación en la cabeza, salió a ofrecerse a la frontal, dejando desierto el frente. El día que juegue con un nueve fijo, creo que multiplicará su valía en el campo (se vio como una luz al final de un pasillo los pocos minutos que coincidió con Van Nistelrooy el año pasado). De las nuevas situaciones, nos congratulamos enseguida con el partido de Arbeloa. En un ataque del Zaragoza su jugador trazó una diagonal hasta el punto de penalti y Arbeloa siguió hasta el final permutando su posición con Pepe. ¿Cuántos madridistas se frotaron los ojos? Al menos un millón.
El partido seguía acelerado por parte de los dos equipos, y el Zaragoza, como tantos otros, defendía su portería con dos líneas de ocho, nueve, o doscientos hombres. Luego ya sabéis quién carga con la factura de defensivo. Empujaba poco a poco el Real contra el muro zaragozano, y uno de los primeros en romperlo fue Lass con un bonito pase entre líneas al otro francés, que un minuto después en la frontal maña nos regaló una bonita colección de regates dentro de un laberinto. Luego Cristiano, con el exterior, etc. Y por fin, como en los viejos tiempos, y antes de que el reloj marcara el minuto 20, Di María cruzó un balón a Cristiano que taconeó a Marcelo, que lo cruzó en largo hacia donde Özil pasaba. El alemán, tranquilo y con el interior, lo colocó en la profunda red de la portería. El gol nos dejó otro bonito movimiento de arrastre de Benzema, como contra el Valencia. Quieren los profetas del nazional tikitaoak desprestigiar una de las jugadas más vibrantes y efectivas del fútbol, el contragolpe. Por el bien de nuestro equipo y nuestros jugadores, no se lo permitamos. Bien también Cristiano como factor acelerador del juego sin perderse en innecesarios regates.
El gol liberó a nuestros hombres y calmó (o deprimió) el ímpetu del Zaragoza. Los nuestros se crecieron y se hicieron con el mando del partido: en una espléndida ación, Marcelo, montado en la ola, recortó, pisó, tuneló al rival y la puso con el exterior. Al minuto siguiente, otro pase del Fideo dejó a Benze en posición franca. La jugada no culminó, pero nos sirvió para ver qué es lo que Mourinho piensa del francés (“¡mete codos, joder!”). La desconexión del Zaragoza era tal que los dos laterales podían permitirse pisar la cal mientras Alonso iniciaba la jugada. Las ocasiones seguían llegando y el Madrid, a pesar del 0-1, se daba el lujo de llevar el partido a ritmo funcionarial: asociaciones entre Cristiano y Marcelo, otra ocasión para Benzema en la que no supo si tirar o centrar… Hablando de funcionariado, mencionar de nuevo a nuestro opositor de Correos, al que a partir de esta brecha podremos comenzar a llamar por su nombre. Bien en la colocación, perfecto en sus movimientos, atento a la anticipación, acertado en sus incorporaciones ofensivas… vimos incluso cómo ordenaba con los brazos las posiciones de Pepe y Alonso en una contra maña.
A partir del minuto 30 la única duda que planteaba el partido era saber cómo, quién y cuándo se haría el 0-2. El Madrid acumulaba ocasiones de mayor o menor importancia sin querer, como los niños acumulan cromos repetidos en sus colecciones, hasta que por fin, al final de la primera parte, Cristiano amasó un balón contra el césped, respiró, hinchó los pulmones y tiró la falta como Calderón tiraba los tiros libres en 2008. Oímos incluso cómo sonó la red de la canasta. Fin del primer tiempo, y 0-2. A pesar de la comodidad recordemos que nos entrenábamos con un no-equipo y siempre hay detalles que mejorar. Es una lástima, pero el eléctrico efecto Di María se diluye en su cansancio y tal vez debiera reposar. En medio del debate futbolístico y la búsqueda de identidad propia (posesión o verticalidad) parece que lo más lógico es adquirir los beneficios de la tercera vía, como señala Cipote de Oro. Algunas fases ofensivas son demasiado estáticas y Benzema es el único jugador que busca las asociaciones y la modificación de espacios.

En el inicio de la segunda parte, más calcos del partido contra el Valencia. Alonso lanzó un pase largo a Di María idéntico al semana pasada, que esta vez sí conviertió el argentino. 0-3 y partido cerrado con 45 minutos por delante. Desde entonces el Zaragoza inexplicablemente adelantó las líneas con un coraje suicida, y Benze volvió a rondar el gol. Las malas decisiones acarrean malas consecuencias. Hasta aquí todo correcto. Pero nos vamos a quedar con dos malas acciones, una de Pepe, una de Lass; futbolistas potentes con dificultad de lectura. Cuando el crono avanzaba del ecuador al hemisferio sur, Pepe, en una jugada sin peligro en la zona de Arbeloa lanzó el balón fuera en vez de patearlo a su portero. Sabiendo que sacando de banda no hay fuera de juego y que el equipo no estaba bien replegado (él estaba en el lateral derecho) su acción era de un valor discutible. Esa jugada fue el nacimiento del penalti. Trasladen la situación a octavos de Champions. El gol hizo que a partir de ese instante, aunque el partido fuera inalcanzable, el Zaragoza no bajara los brazos.
En esos momentos en los que los partidos pasan por fases de indefinición se agradecería que Özil, incrustado casi siempre en la delantera, bajara a ayudar, para dar continuidad del juego, o para luchar en la batalla de la superioridad del centro. A medida que el partido avanzaba (y menos fuelle imprimía el Zaragoza), más a gusto se encontraba Lass, en una de sus versiones más potables y por fin pareciendo comprender y adecuar sus cualidades al servicio del colectivo. Recuperación limpia y pase rápido a los costados. Se acercan los momentos claves en los que la forma y el compromiso de los no habituales puede ser un factor importante. A 20 minutos del final el Madrid terminó de calmar las tenues fuerzas aragonesas, lo que no impidió que Alonso (junto a Marcelo) viera la quinta tarjeta amarilla. ¿Cuál es la cronología de la acción? Partido resuelto, Lass se crece, se ve con superpoderes que no tiene y avanza lanzado con el balón pegado al pie 25 metros. Lo pierde, y la contra ha de ser interrumpida por Alonso, amarilla. ¿Necesitaba eso el partido? Es por esto que el Madrid debe abonarse a la tercera vía (City –en construcción-, United), y saber moldear juegos diferentes según sea la necesidad del partido. Claro que para eso hemos de tener futbolistas que sepan leer esas necesidades. Mahamadou, Sami, Granero, Alonso…
Puede decirse, pese a todo, que fue un buen partido del francés. ¿Qué gana el Madrid con Lass? Presión en la salida del rival, lo que a veces se traduce en recuperaciones de balón y otras veces en una simple interrupción con falta. El centro del campo es el reflejo del equipo, y en algunas fases se echó en falta la pausa de Khedira. Con 15 minutos para el final Mou, por fin, se decidió a mover el banquillo. Salió Benzema, que sin jugar mal habrá dejado a pocos satisfechos, entró Granero, se fue Özil y entró Mahamadou, al que Mou le decía con las manos “junta, junta”. Aún tuvimos tiempo de ver al joven Morata, con algunos movimientos muy interesantes. Esperemos que en las próximas jornadas pueda encontrar algunos minutos más y enseñarnos qué es lo que nos puede ofrecer.
Partido sin historia pero con matices, como todos los de esta aburrida liga. Quedan los tres puntos del Sevilla -sin Marcelo ni Alonso- pare terminar de completar la primera fase de recuperación de la depresión post parto del Mein Kampf. Que continúe el trabajo, la dinámica positiva y el desalojo de la enfermería. ¡Hala Madrid!