Martes 22 de febrero de 2011, Día D del proyecto, punto G del madridismo. Lyon, Gerland, Copa de Europa. 6, 7 u 8 años sin pasar de octavos ni ganar fuera en cruces. Luxemburgo, López Caro, Calderón, Shuster, Juande, Pellegrini, Raúl, Guti, Borja, Mejía. Toda esta pesadilla queda atrás cuando vemos a Mourinho en una rueda de prensa, bajándose del autobús o simplemente saludando a los niños Champions en el túnel de vestuarios. Tras Mourinho, un equipo joven en pos de una identidad. En el de ayer no encontramos a Marcelo ni a Benzema. Y sí a Ramos y Di María, claves de una adivinanza que entretuvo a la prensa un día entero. El dibujo fue el tradicional, y con la ausencia de Marcelo, toda la iniciativa en la primera fase de la jugada recaería sobre Alonso, con Özil y Di María como encargados del auxilio en la segunda fase. Hemos de suponer que con el 4-3-3 Marcelo habría tenido cabida en detrimento de Ramos. Lástima que Mou no se atreva, de momento, a poner a Marcelo en los días más señalados. Cada vez que el 12 blanco pase al lado del portugués en los entrenos, que le susurre “sin riesgo no hay gloria”.
En el vestuario los únicos saludos afectuosos que se vieron fueron el abrazo entre Mou y Puel y el choque de manos mega-nigga-the-wire entre Gomis y Adebayor. En el campo hacía frío pero no llovía, y el Madrid empezó tocando en rondo sin mucha convicción hasta que el balón le llegó a Pepe, que lo lanzó hacia Adebayor. “El camino más corto es la línea recta”, debe pensar el portugués. Cada vez que el Madrid avanzaba metros y perdía la posesión el Lyon salía a la contra. Definitivamente, los primeros minutos fueron del OL. Los lyoneses se soltaron con una llegada de Bastos por la izquierda y un fuera de juego de Gomis. El Real intentaba tejer en los primeros minutos, pero sin que de verdad supiéramos si ese tejemaneje y sobeteo inocuo de balón eran un plan inicial o una solución a la omnipresente presión lyonesa.
Ramos inició su particular recorrido por el partido con una amarilla a los nueve minutos. Acto seguido, Bastos, más desequilibrante que Delgado, cambió de banda esperando encontrar un maná. El Lyon dominaba los primeros compases de partido y el Real era cortocircuitado con una facilidad asombrosa. Dos factores determinantes: ausencia de Marcelo y una efectiva presión. Di María y Özil, los dos únicos hombres que adquieren (junto a Alonso) el paquete de acciones vacante de Marcelo, no acertaron a imponerse en la primera parte. El alemán se vio siempre rodeado de contrarios y el argentino sigue extraviado en un extraño vía crucis. Ha recuperado algo de frescura física, pero no esa chispa tan esperanzadora de principio de temporada.
Mourinho anotaba con devoción en una libreta que sin duda se le quedaría pequeña tras pocos apuntes: 1. Cristiano, acostumbrado en su sociedad con Marcelo a descargar a la izquierda, lanzó dos balones que eran dos contras en potencia a una pradera que Arbeloa admiraba desde lejos. Lo que confirma que aunque Marcelo no esté hecho defensivamente es muy importante ofensivamente. Bastantes minutos después, Arbeloa subió y fue obviado por hasta tres compañeros. Alonso, Özil y Cristiano debieron pensar que era mejor enfatizar por el centro antes que dar potestad a un postizo. 2. Con los laterales sin subir, Cristiano, que en la banda no era abastecido, acudió al medio y se empotró con Özil y Di María, que hizo lo mismo que el portugués. El Real era un embudo.
El partido avanzaba sin que nada significativo pasara. Nos acercábamos a la media hora y de los porteros no teníamos noticias, salvo ese trapito que Sara le prestó a Íker para que se atara al cuello, perfectamente conjuntado con botas, medias y pijama. Khedira hizo un partido correcto (y no más) en faceta defensiva, inexistente en ofensiva como acostumbra en partidos de enjundia, pero se resarció con una demostración de juego aéreo en ambas direcciones, recepcionando balones de Lloris y Casillas. Mientras lamentábamos la ausencia de Marcelo, Di María chutó a puerta por primera vez a la media hora, y poco después lo hizo Cristiano, respondiendo Lloris con ortodoxia. Ese breve asedio le dio al Madrid la iniciativa por unos minutos, que se vio interrumpida por una contra iniciada con un bonito movimiento de Gomis sobre Carvalho. Casillas salió, blocó mal y el balón terminó en corner. Primera e inquietante ocasión de los franceses. Lo mejor –y más práctico- era llegar al descanso con 0-0, que Cristiano cambiara los tacos de las botas y que Mou corrigiera los fallos de circulación. No fue una primera parte bonita, pero era lo esperado para un partido de ida de octavos. Tensión, presión, batallas tácticas, nervios, concentración defensiva…

Totus Tuus
En la segunda parte el Madrid salió más decidido. Se hizo con el control del balón y por fio algunos jugadores hicieron gala de su movilidad. El asedio teóminó resumido en dos palos, uno de Cristiano tras una falta lateral y otro de Ramos en un corner. La mejor noticia de todas fue la aparente recuperación de Di María, un jugador soberbio cuando está fino. El OL equilibró fuerzas con algunos corners consecutivos y jugadas a balón parado. Hasta que por fin, a la hora de juego salió Benzemá, ovacionado, y al minuto marcó en una jugada iniciada en la banda. Özil recorta en la frontal ante Gourcuff, combinó con Ronaldo y pasó a Benzema que leía la gestación de la jugada unos metros por detrás. El gol es agónico. Benzemá amaga, se resbala, el balón pasa entre las piernas de Lloris y Cris lo remacha. Él, respetuoso no lo festejó, pero el resto de madridistas en el mundo se fundió en un grito, “¡Gol!” Había algo de metafórico o simbólico marcando en Gerland, todo buenos presentimientos.
Para hacer justicia a Benzema, hay que remarcar que lleva una muy buena dinámica desde enero, y por fin me animo a pedir continuidad para él. Hay algo en el madridismo de tía en las rebajas; por mi parte pido perdón. Tras el gol salió Lass por Khedira, en lo que yo creo que fue un fallo de Mou a no ser que Khedira tuviera molestias (a estas horas no lo sé). Con Lass por Di María y vuelta al 4-3-3 el Real habría cerrado este partido que iba para 0-1 de manual.
El gol aceleró a Puel y sus muchachos. El entrenador agotó cambios y los jugadores caían sobre los nuestros rebanándoles los tobillos, o eso parecía. A un cuarto de hora del final entró Marcelo y el Madrid se reposicionó en torno a un abrigado 4-4-2. Terminábamos el encuentro partidos, sólo que esta vez en un 7-3, con Di María vagabundeando entre Benze y Cristiano y los medios. Los franceses se acercaban minuto a minuto y los nuestros no acertaban a controlar el partido, matarlo era imposible. Como si Cristiano presintiera el desastre, advirtió lleno de vehemencia los tres o cuatro metros que Pjanic o Gourcuff adelantaron el balón en una falta en tres cuartos. Cris envió el balón a Gomis, que a metro y medio de Casillas, fusiló con un soplido. El gol del OL en el 84 es un jarro de agua fría porque el Madrid había hecho el partido perfecto y necesario, el partido que exigía este momento. Serio, concentrado y eficaz. No obstante la sensación es largamente positiva. La segunda parte del desafío llegará el 16 de marzo. Mientras tanto, Deportivo, Málaga, Racing y Hércules; 12 puntos obligados antes de vestir de gala al Bernabéu en este último tercio de temporada, en el que cada día será una final. ¡Hala Madrid!