Archivo mensual: marzo 2011

Ya hemos pasao.

Estaba marcado en el calendario. En el día de ayer, 16 de marzo de 2011, se abría una falla espacio-temporal en el madridismo que remontaba hasta seis años atrás. Seis años de mediocridad y desatino  en el que el club se llenó de lodo, e incapaz de limpiarse, contemplaba desde la verja la fiesta del fútbol europeo. Tras la llamada de atención de Mou, un señor portugués que ha venido a recordarnos lo que de verdad significa ser madridista, el estadio rebosaba en una coreografía perfecta. El césped brillante, los focos al máximo, aficionados con una primera vacuna antipipera y un tifo con la leyenda: “Cuanto más grande es el objetivo, mayor será la gloria por haberlo conseguido”

Con estos ingredientes contemplábamos esta prorroga del second coming de Florentino, este punto de inflexión en 2011 para un Madrid que se regenera desde las entrañas de su entrenador, y buscaba la liberación psicológica,  la forja de una prometedora generación de futbolistas, la esperanzadora inauguración del postbaulismo.

En cada gesto inicial se intuía la intensidad física y emocional del choque para nuestros hombres, decididos a marcar gol o territorio lo antes posible. El Madrid salió decidido. A los pocos minutos de partido, Marcelo, en lo que sería su primer partido ‘diferencial’ en Europa exigió a Lloris en un tiro al primer palo. El Madrid, signo concluyente muchas veces, se llevó prácticamente todos los balones aéreos en los primeros minutos. Entre tanto, el alud blanco proseguía: Di María de tacón para Benzema, que desde le derecha centra. Luego el francés asistiendo a Cristiano… Todo en apenas diez minutos.

El equipo salió demostrando actitud e intensidad, pero había tanta energía en el césped que la falta de pausa y rigor se hacía demasiado evidente. La imagen del equipo en los primeros minutos eran Pepe y Di María, verticales, atolondrados, hiperactivos. Poco tardó el Madrid en llegar en serio y en una falta en el primer cuarto de hora de partido, Alonso le puso un balón a Cristiano en la cabeza. Lloris, que a lo largo del partido mostraría credenciales para un grande, se encontró saliendo del área pequeña con el balón mecido en su regazo.

El Madrid como si esperara marcar antes del minuto 15, devino algo nervioso. Cada vez que un balón pasaba de tres cuartos, despeje inmediato como si estuviéramos en el minuto 85. Sin noticias de Alonso, Khedira o Marcelo en esa lenta transición medial, los balones salían salpicados del área blanca con un convencimiento preocupante. De todo ello se apercibieron los realizadores que no hacían más que pasar imágenes en cámara superlenta, para calmar el ímpetu de los jugadores y tranquilizar a los espectadores.

Pepe mientras tanto marcaba su terreno, unas veces posando su rodilla sobre la cabeza de Lisandro con gracejo y armonía, otras veces siendo marcado él con una amarilla por cortar una contra de Gourcuff. Özil, perdido entre la maraña lyonesa en el medio, decidió probar suerte e intimidar pacíficamente tirando desmarques como si fuera Higuaín. A los 20 minutos llegó el primer aviso serio del OL con un tiro del Chelo Delgado, un hombre con algo de antimadridista en su porte, su fútbol, su rostro, su mirada. Despejó bien Casillas.  Con ese tiro inauguró el OL su breve reinado en el césped del Bernabéu. Apenas duró 20 minutos, tal vez, pero durante ese tiempo el Madrid pasó su peor momento, incapaz de hilvanar y de hacerse con el ritmo y el peso del encuentro, sólo se manifestó a través de contras desesperadas e imprecisas mientras Gourcuff sacaba cada vez más balones parados y Lisandro tenía más contacto con el balón.

El Madrid, voluntarioso mostraba sin tapujos un ímpetu de equipo adolescente. Cristiano, a pase de Özil: paró Lloris. A la media hora de juego el Madrid se estabilizó y pudo contrarrestar el dominio lyonés. Estábamos viviendo un choque intenso pero difuso hasta que por fin en una recuperación de Alonso, se inició una maravilla de Marcelo. Cristiano, en su primera genialidad de blanco que sobrevivirá a la hemeroteca, le pasa a Marcelo que zigzagueando llegó hasta el gol. Cris por la derecha, Lovren por la izquierda, Lloris por la derecha, gol. Golazo.

El efecto psicológico del gol calmó  a los madridistas que disminuyeron su compromiso sobre el balón y le cedieron confiados  y voluntariamente, la responsabilidad a los franceses, sabiendo que estos se conformarían con no encajar un segundo gol antes del descanso. Benzema tuvo dos oportunidades; en la primera, rematando como remató Ronaldo contra el Alavés, Lloris se lució de nuevo; y a los dos minutos, en un remate de cabeza a las redes, el árbitro pitó fuera de juego.


Para la segunda parte, Puel enmendó el regalo que había hecho al madridismo dándole la titularidad a Jimmy Briand y sacó a Gomis, que no juega con machete pero lo hace con fusil. El Madrid, más pausado supo conservar más y mejor el balón. Bien replegado y a gusto, los blancos vivían tranquilos sobre el césped. En una jugada maravillosa entre Özil y Benzema, iniciada tras una pérdida de Gourcuff en el medio, nuestros dos artistas levantaron un muro, pared a pared hasta la puerta de Lloris. El chut de Özil salió fuera.

El Madrid no dominaba necesariamente el balón, pero sí el ritmo del partido. Y entre detalles, llegamos a la hora de juego con un raquítico 1-0.  En un robo de Khedira, Cristiano asiste a Benzema que recibió un empujón o carga por parte de Revelliere. Justo cuando más nos empezaban a desesperar algunos brindis al sol de Cristiano, nos encontramos con un envío largo de Marcelo a Özil, el balón le llega a Benzema que ante Lloris, marca por debajo y entre las piernas, dentro del área, con el interior del pié. Hay un gesto en la celebración de Karim, cerrando los puños y apretando las mandíbulas definitorio, de alivio. “Lo he conseguido, por fin” Karim, un gigante que por fin despertó. Cuando empiece a andar será inconmensurable.

Con 20 minutos para el final, Mourinho movió el banco dando entrada a Adebayor, que en cierta medida, parece haber adquirido el donwtempo de Benzema. No obstante, participó de refilón en el 3-0. La jugada es de manual. Casillas saca en largo para Adebayor, el balón le salpica a Özil que en otro gesto maravilloso, le peina el balón al Fideo, que hace como si se llevara el balón de espuela. Ante el acoso de Cissokho y la salida de Lloris, tranquilo, elevó la pelota con tacto y dulzura… gol.

Con la salida del Fideo y la entrada de Granero Mou echó el pestillo al partido con el canterano, único postulante de la plantilla al ansiado puesto de tercer volante, estratégico para la descarga del juego o el aumento de posesión, según convenga. El 4-3-3 debió parecerle poco a Mou que se inventó el cambio de Lass para que Benzema recibiera la ovación del Bernabéu. A partir de ese momento y en los 10 últimos minutos de partido, con el OL pidiendo la hora recostado en una acera, el Madrid sobó el balón cuanto quiso y entre Lass, Granero, Khedira, Alonso y Marcelo, anestesiaron al enfermo hasta que dejó de respirar.

Una vez terminado el partido el análisis de los logros de esta noche dan para una entrada a parte. Primer partido diferencial de Marcelo en Europa. La paciencia y la formación dan sus frutos. 100 partidos y 5 años después tenemos a un futbolista insuperable que ha estado a punto de caer varias veces “porque no sabía defender”.  Como si los piperos hubieran nacido sabiendo mascar pipas, no te jode. Benzema despega definitivamente y por primera vez apunta más y mejor que el Benzema de Lyon, Özil –nada nuevo bajo el sol- sigue proyectándose en el horizonte como un 10 fabuloso, y el equipo –suponemos- se habrá liberado de la carga psicológica del pase de octavos. En el futuro próximo: final de Copa, Barcelona a 5 puntos y un cruce de cuartos en Europa con la cabeza despejada y las pilas recargadas (ya me gustaría). No obstante el equipo parece algo tierno para según qué cimas por jugadores y sistema. El hermético 4-2-3-1 es un sistema que no convence ni transmite seguridad para partidos de enjundia, y por ejemplo, castiga a Di María siempre a la derecha, impidiéndonos ver permutas entre el argentino y el portugués. Y Di María en la izquierda, es otro jugador, conviene recordar.

El Real Madrid y sus aficionados viviremos en estos días una fiesta relativa. Como dice Mourinho, “lo anormal era no pasar”, pero la guerra continúa.

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El Madrid se hidrata la piel.

El madridismo llegó al partido de Santander con una áspera resaca, entre el hastío y la desesperación tras ver (e imaginarse extrapolado al fútbol) la victoria pipera en el baloncesto y la pérdida de Ettore Messina, un grande “en el grupo de los que no han podido cambiar nada.” Entre las dos victorias consecutivas sin ruido y por la mínima del Barcelona y el revuelo del baloncesto, diezmados por las bajas, el partido de Santander aparecía silencioso en el horizonte, con todos mirando al fondo en el calendario.

La alineación presentaba la estimulante ausencia de Cristiano. Y aunque es estúpido cuestionar al portugués, al equipo le viene bien liberarse de su centro gravitarorio de vez en cuando, como ya pasó el año pasado. La baja de Cristiano, que ofrecía la posibilidad de ver, por fin, a Karim detrás de un nueve iba acompañada de la presencia de Granero en el puesto que Mou reserva generalmente al batidor de cemento. Minutos después nos dimos cuenta de otra agradable noticia, Di María en la izquierda, de interior.

Las manos de Casillas, cianóticas, absorbían la atención en el sorteo de campos, pero pronto nos olvidamos de eso viendo la atractiva disposición del equipo con posesión y movilidad. Alonso, con Granero y Di María de interiores y Özil y Benzema más arriba imantaron el balón entre sus botas. Xabi iniciaba contando siempre con las ayudas de Di María y Granero, que acudía en todas las direcciones y se quedó con los primeros balones parados, Özil descolgado en tres cuartos le pasaba a Adebayor, Di María doblando funciones… y así poco a poco el Madrid le quitaba las polillas a cualquier temor que se presentara desde el pre partido.

La alineación del Madrid era tremendamente ofensiva y asociativa (Marcelo, Alonso, Granero, Di María, Özil, Benzema, Adebayor suman 7) y el partido se jugaba muy cómodamente sobre terreno racinguista. El dominio envuelto en un juego ágil y rápido comenzó a dar sus frutos. Granero botó una falta al larguero, Marcelo falló un gol cantado mientras Adebayor le indicaba la cruz en el mapa, y así pasaban poco a poco los minutos. El dominio del partido era tan grande que frente al televisor el partido se veía con una carencia de tensión total. El Racing, desde su 4-3-3 miraba la pelota pasar en círculo, en diagonal, en corto, sin que nada pudiera hacer. Granero buscando a Xabi dejaba toda la banda derecha para Ramos, salvo cuando Benzemá acudía allí a caer buscando desmarques.

La estructura del partido estaba definida sin fisuras y el encuentro era la metáfora de una gran cuidad vista desde arriba; con las avenidas, calles y caminos perfectamente delimitados y ocupados. El Madrid, lógicamente, paseaba su porte por las avenidas, el Racing tropezaba por los caminos y Özil, Di María, Marcelo y Benzema trapicheaban en las calles. Uno podía levantar la cabeza de la pantalla unos minutos, volver a mirar y ubicarse en el partido sin ningún problema. La circulación del balón en fase defensiva era circular y sin que Pepe se viera obligado a sortearlo, buscaba a Alonso, que arropado iniciaba desde el medio sin necesidad de bajar a la línea de cuatro.

El partido de Karim Benzema, perfecto desde el plano técnico, sólo nos indica que física y emocionalmente se está reencontrando a sí mismo. Estamos ante un jugador que puede ser enorme en fondo y forma. El recital técnico de Karim exige un vídeo de youtube. Control orientado con el exterior, control a una bomba kilométrica de Pepe, disparo potente al larguero, pase de tacón, rosca con el interior a las redes, una auténtica delicia que emociona por igual a los que nunca perdieron la fe, a los que estuvieron a punto de perderla y a los que nunca tuvieron.

Y por fin llegó el primer gol del partido, una obra de arte similar al 1-0 al Valencia de 2007, por la que según la mayoría del lumpen periodístico español, tendremos que pagar derechos de autor al Barcelona. Puta Barça, puto lumpen, puta SGAE. Lo mejor de la jugada, es ver cómo Özil y Benzema, entre dos murallas de cuatro hombres reciben entre líneas, en una charca, combinan a un toque y Adebayor sobrevuela las espaldas racinguistas ocupadas en mirar, tragar y digerir el amago de Özil, para hacer el 0-1.

Aún a riesgo de ser pesado, vuelvo a repetir mi letanía, mi oración. Espero que los delirios megalómanos de Florentino estén bien enterrados en el fondo de su córtex. Cada vez que vemos a Özil, Marcelo, Di María, Higuaín y dentro de poco a Benzema, no podemos sino ilusionarnos ante la expectativa de vivir lo mejor de un futbolista con nuestra camiseta. Özil ha conseguido en seis meses lo que Figo no pudo en cinco años, ni Kaka’ en dos y me atrevería a decir que incluso ni Cristiano: hacerse querer por el madridismo. Más que eso, sentirle propio. Que el madridismo sienta entre sus manos, el picoteo interior sobre el cascarón. Un huevo a punto de romper. Un hito, un futbolista. Nosotros ya tenemos uno: 1Ö.

El Madrid siguió jugando bien con este nuevo registro, 4-4-2, rombo, 4-1-3-2 o como queráis llamarlo. Minutos después, Alonso, por segunda vez inició la jugada del gol con un pase a Özil. El turco-alemán pasó con el exterior a Karim que controló a trompicones con la espinillera pero hizo bien lo que debe hacer, el gol. Hay una cosa fantástica en Özil, su manejo de la tierra de nadie y la sensación de que aprendió a jugar al fútbol en un terreno de futbol indoor de tres contra tres. Al final de la primera parte Benzema pudo hacer el tercero. No marcó, pero guardaremos el control orientado como recordamos la ruleta de Zidane en Valladolid.

Tras el monólogo de la primera parte era de esperar que el equipo saliera algo más frío. Granero prestaba atención a las coberturas y aunque el Real tenía el control ya no era tan obvio como en la primera parte. De hecho nos encontramos con un penalty en contra que Pinillos desaprovechó de una forma lamentable. Casillas lo paró (?) y el balón propició una contra de Di María –que vuelve a ser el del inicio del curso, aspecto vital- que no fue penalty por un metro. Ramos (suspiro) mandó el balón fuera. El penalty, tanto si se hubiera marcado como si no, espabiló al equipo. Podemos jugar con un estilo o con otro, pero nunca desconcentrados. El equipo volvió a hacerse con el timing del partido pero el resultado no era lo suficientemente holgado para poder ver a algún joven. Salvo algún que otro contratiempo el Madrid controlaba los tres primeros cuartos del campo, ignorando el último tramo de terreno.

El gol del Racing en el minuto 70 sólo nos generó nervios durante 5 minutos. Lo que tardó Di María en hacer de correcaminos y entregarle el balón a Benzema. El francés controló y aunque con la posición de su cuerpo telegrafió el tiro al segundo palo con el interior, Toño sólo pudo sacar el balón de entre las redes. 1-3. Con el tercer gol el partido terminó aunque todo el mundo siguiera en el campo. Di María regateó en una baldosa y provocó un penalty. Adebayor se saltó la jerarquía para devolver la cortesía a los cántabros y el carrusel de cambios diluyó lo poco que quedaba de partido. Se fueron Benzema y Granero y entraron Albiol –de mediocentro- y Canales. Özil tuvo en su mano el cuarto antes de salir por Alex Fernández, pero le sobró un regate.

El Madrid despachó sin complicaciones un bello partido en una semana en la que a falta del Chelsea que juega hoy ha sido el único equipo junto con el Inter y OL que ha ganado con un estrecho margen. Barcelona, Valencia, Milan y Roma pidiendo la hora o por la mínima. MU y Tottenham haciendo el ridículo, OM y Baülke perdiendo en casa, Arsenal empatando sin marcar… El equipo tiene ahora una semana para seguir trabajando (y por qué no ahondando en este 4-1-3-2) y pensando en el futuro mientras nuestros convalecientes se recuperan. Antes de nuestro primer 8.000 del año, pasará el Hércules por el campo base. Muchachos, inspirad fuerte. ¡Hala Madrid!

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