Llegó el día que todos esperábamos, una posibilidad de afrontar la recuperación de un lugar legítimo en Europa; y qué mejor que hacerlo a través del cadáver caliente de ese enemigo deportivo e institucional, odioso e insoportable monstruo de siete cabezas. Mourinho, por supuesto, no cambió el dibujo que llevó a igualar primero y superar después emocionalmente al Barcelona, pero que técnicamente reportó dos empates. Todavía hay mucha distancia para jugar al Barcelona con nuestro esquema tradicional. El equipo presentaba dos incógnitas, Albiol y Özil. Albiol, que en dos partidos dio muestras evidentes de no estar en buen estado y Özil en una primera parte que se suponía hiperfísica y táctica.
El Madrid comenzó con una presión alta, y en la base de la jugada Pepe no buscaba ser apoyo para sus compañeros, ¿orden específica o defecto de la reconversión? No contar con Pepe en la base hacía más evidente la respuesta blanca: balón largo. En cualquier caso ambas posesiones eran muy cortas. Cristiano replicó enseguida el primer tiro del partido, a cargo de Xavi. El Madrid empezó en fase defensiva con un 4-4-2 con Özil y Cristiano arriba. En el Barcelona, Alves no desarrolló durante la primera parte su juego de interior, frenado tal vez por la presencia de Di María.
Sólo Keita, de vez en cuando intentaba descolgarse entre líneas. En ese caso, el Madrid respondía con Lass yéndose con el descuelgue y Özil pasando a la derecha, 4-1-4-1, ar. El estadio, desfondado anímicamente, solo nos duró dos partidos y el campo fue un foso culandra durante todo el partido. Mismo planteamiento distintas sensaciones. Cristiano demandó una presión más alta de sus compañeros. 30 segundos antes, Lass pidió que se juntaran líneas en torno a él. En esos momentos vivimos los peores momentos de la primera parte. Si bien no nos salimos del gráfico de riesgo, el Barcelona conseguía romper la línea más que de costumbre. Para colmo, Alonso -única vía posible de sustento ya que el rol de Özil es el de una mariposa que revolotea entre arbustos-, firmó un partido realmente preocupante, fallando pases simples, sin acertar en los largos, no especialmente brillante en la recuperación y superado físicamente todo el encuentro…
Di María también estuvo ausente en el duelo de navajeros con Alves. Que estuviera 20 minutos inactivo no preocupaba enormemente porque haciendo memoria podría pensarse que eran 20 minutos ahorrados para luego desbordar al lateral. Marcelo, que persiguió el balón por la línea de fondo al menos 20 metros, obtuvo un corner en el que Di María rompió a Alves, pero no a Mascherano, que estuvo sensacional en todos los aspectos del juego, los visibles y los subterráneos. Lass, cada vez que podía dejaba la correspondencia a Xavi o Messi. En la primera oportunidad clara del partido los culandras invirtieron los papeles, MEssi filtró para Xavi, que sin ser un plusmarquista, navegó a gusto en la espalda de Albiol. Paró Casillas.
Para comenzar la jugada el Barcelona acumulaba de seis a siete jugadores en campo propio; matemática básica, solo tres o cuatro en 45 metros rodeados de blancos. El plan, aunque sin belleza, se llevaba a cabo con corrección. A estas alturas del partido, el patrón se repetía de forma automática en forma de bucle. Movimiento de balón en la base culandra, intento de ruptura de línea, recuperación blanca, contra atolondrada y/o mala gestión ofensiva. Coged el patrón y elevadlo n veces a la enésima potencia. Fin de la primera parte. Las llegadas del Madrid eran independientes al juego. Alonso botó una falta y Ramos no llegó. Valdés hizo un excelente partido con el pié.
El partido cambiaría por completo tras la expulsión de Pepe, pero pudimos calentar desde el enganchón de Arbeloa con Pedro. El madridista –defensa de buena familia- corta la cabalgada de Pedro, hombro con hombro, pero el clandra se lleva las manos a la cara. No sería la única vez, luego lo haría Busquets, y luego Alves. ¿Por qué todos los culandras se llevan las manos a la cara cuando les hacen una falta? Buscando ayuda freudiana, tal vez sea el acto reflejo de cuando les hacen un bukkake y salpica en el ojo.
Con el teatro de Pedro el Barcelona encontró una hechura para practicar el otro fútbol, que a buena fe saben jugar a las mil maravillas, sólo que el logo de UNICEF lo oculta del populacho y de la prensa. Todos los jugadores se activaron en modo robot y como un enjambre de gitanos envolvieron al árbitro, al Bernabéu, a los jugadores, a todos. La presión invisible del equipo y del campo se hizo latente en esa jugada y todos se liberaron y volvieron a sus roles naturales: los culandras a fingir y robar carteras a navajazos, el árbitro a sacar una amarilla a uno del Madrid, el Bernabéu a callarse y comer. Los jugadores blancos fueron los únicos que aguantaron enganchados al partido, por un hilillo de plastilina.
Poco que contar mucho que ver en esta primera parte. Cada vez que vemos a Alves con Cristo tatuado en su antebrazo nos viene a la mente Jesucristo con un tatuaje de Pancho Villa. Terminó la primera parte con un chut de Cristiano que despejó Valdés con dificultad. ¿Cuánto tiró a puerta el Madrid? Apenas dos o tres veces.
En el descanso, los culandras no es que se quitaran la careta, es que nos abrieron su alma. Keita fue a buscar a Arbeloa por la espalda y Pinto le soltó una torta. Se formó una bonita reyerta en los vestuarios donde sólo faltaron para unirse a la fiesta de la gent del barça el Doctor Segura vendiendo papelas y Ramón Besa felando a Pep con un poema de Llanch. La camorra del 0,7%.
Adebayor sentó a Özil (¿para su función –retención y pase a Cristiano- no habría cundido más Granero, con más facilidad para la asociación en el medio y en el juego de trincheras?). Con el nigga en el campo, asaltaba la duda, ¿dos hombres sin hacer presión o Cristiano sacrificado? Para la segunda mitad la tensión defensiva del equipo estaba completamente diluida en una desmotivación de origen desconocido. Ramos fue advertido –no así el codazo de Messi desde el suelo- y no jugará en el Mein Kampf. 15 minutos duró el partido hasta la expulsión de Pepe. La única certeza que hay es que el Madrid se quedó con diez y desde ese momento se comenzó a decidir el partido.
También se fue Mourinho. Sin Pepe, Ramos y Mourinho el partido de vuelta se convierte en una epopeya. Perder un jugador animó algo al público, pero nada más. Villa tuvo el 0-1 pero Casillas sacó una buena mano. El patrón cíclico de la primera parte adquirió un nuevo protagonista con Albiol –nuevo finalizador/iniciador del ciclo- que si ayer hubiera sido azulgrana habría tenido el 100% de acierto de pases. En el minuto 77, con menos de un cuarto de hora para el final marcó Messi y desde antes el partido pedía un cambio, algo. Al menos un hombre que tuviera la posibilidad de hacer una contra y estirar un poco al Barcelona. Mejor que estén estirados a que estén empujando los 10 contra ti. Kaka, Higuaín y Benzemá siguen inéditos tras tres partidos. Por triste que suene el objetivo del cambio no era tanto marcar como no recibir el 0-2 que cerrara la eliminatoria. Introducir una distracción. El equipo, roto físicamente, no pudo (o no supo) hacer una mísera falta a Messi antes de que éste matara el partido y la eliminatoria. El gol simbolizó la impotencia blanca durante el partido.
Para la vuelta, el cruce se antoja misión imposible sin Khedira, Ramos, Pepe, Mourinho y dos goles en contra. Tal vez los cambios que no hubo hoy lleguen el próximo martes y veamos un equipo suicida, o simplemente ofensivo. Tal vez las contras y galopadas de Higuaín, Benzema, Kaka, Cristiano, o Di María puedan otorgarnos un poco de aliento. Hala Madrid.