Queridos amigos, queridos hermanos, por fin pasaron los lamentables partidos de las putas selecciones en los que hemos podido presenciar un sinfín de despropósitos: desde Marcelo confinado por su selección con una costilla fisurada, a Benzema camino de acumular 180 minutos de juego si no se lo hubiera impedido una lesión en un partido amistoso (¡a finales de Marzo!) contra Croacia, pasando por Cristiano haciendo un paripé de ida y vuelta entre Lisboa y Madrid. Como guinda del pastel, hasta cuatro madridistas jugaron en un patatal rodeados de lituanos y culés el pasado miércoles. Insoportable.
Aunque si algo bueno tienen estas excusas de Blatter y Platini para hacerse ricos en forma de amistosos de mierda o partidos clasificatorios de chichinabo (sistema de divisiones europeas antes que volver a ver un Alemania – Kazajstán o un Luxemburgo – Francia) es que nos hace desear con entusiasmo la vuelta de una Liga que repudiamos el resto del año por pueblerina, bipartidista, podrida y underlevel.
Una de las anécdotas de esta vuelta al cole (en abril) será el saque de honor de Ronaldo, marcado para siempre por dos cosas: el don que le otorgaron los dioses del fútbol para hacer goles bajo cualquier circunstancia y la humillación pública más cruel que sufrió un futbolista nada más llegar a su nueva casa, a manos del público más paleto, pipero y borrico del mundo: la entendida afición del Bernabéu, el tendido siete del fútbol, bla bla bla. Gentuza, ignorantes con pedigrí, un mausoleo de 70.000 asientos que corearon como zombies a Raúl, un tipo tan tétrico como un ramillete de flores de plástico atado al quitamiedos de una autovía, mientras Ronaldo les presentaba su segundo balón de oro tras ganar un Mundial marcando 8 goles con la rodilla rota.
Estaría bien –si los piperos tuvieran cojones- que el Bernabéu volviera a alzar la letanía tenebrosa del “Raúl Raúl Raúl” mientras Ronaldo hace el saque de honor: no tienen huevos. Los ignorantes que le humillaron antes y le pitaron después aplaudirán hoy como amebas mientras Toñín el torero agita el capote, Roncero se pone de pie y Antoñito Romero dice por la radio “ahí está el más grande.”

"Raúl, Raúl, Raúl..."
Referente al partido de Liga, nos visita el Sporting, el simpático equipo que nos ofreció en la ida un recital de bullying futbolístico bautizado luego por Soprano como “un aquelarre provinciano”. El Sporting se presenta en el lodazal de cemento y pipas de la Castellana justo antes del partido más importante del año, con el hándicap de las selecciones, las lesiones, las sanciones y las distracciones. No sabemos cómo afectarán estos cuatro factores al devenir del partido, si positiva o negativamente: distracción y displicencia o entrenamiento con público mientras los no habituales cogen minutos.
Poco o nada se sabe de las intenciones de Mourinho. Puede que en principio apueste por el esquema ordinario para este tipo de citas, dando protagonismo a algunos secundarios, o tal vez opte por el hermético y funcional 4-3-3, para vivir un partido sin sobresaltos y mínimo desgaste físico. En cualquier caso, Granero, Garay y Canales podrían estar marcados en rojo en la libreta del entrenador. Y un equipo formado por Casillas, Ramos, Garay, Carvalho, Arbeloa, Granero, Khedira, Lass, Özil, Di María y Adebayor no debería tener problemas para doblegar al Sporting. Además, contamos con el aliciente de la vuelta de Higuaín, y la posibilidad de ver a algún crío del Castilla.
El Sporting, con una victoria, seis empates y siete derrotas fuera de su hangar de raves futbolísticas no supone una amenaza seria por mucho que el equipo esté divagando en otro universo. Los madridistas ya tiraron de eficacia y estajanovismo en momentos más difíciles y comprometidos, como el 2-0 al Valencia tras el 5-0 de Barcelona, y el 2-0 al Levante antes de enfrentarse con el OL. Victorias sin brillo pero indispensablemente necesarias. Eso es lo que será el Sporting a las 19:45 de la tarde: un objetivo cumplido. We are waiting for you, Spurs.