El partido de Bilbao se interponía entre el reto europeo y el rally de derbis contra el Barcelona en todas las competiciones posibles: Liga, Copa del Rey y Copa de Europa. Al dejar prácticamente cerrada la eliminatoria Champions y arrastrar como única asignatura pendiente del año la prueba de Barcelona, Mou se vio empujado a intentar nuevas alternativas, lo que no sabemos es con qué animo, si para probar o despistar. Con Pepe Albiol y Garay y dos laterales en la alineación había dos opciones. O una defensa de cinco, o Pepe de mediocentro como en Portugal. La alineación fue en un principio sorprendente. Casillas, Ramos, Albiol, Garay, Arbeloa, Pepe, Lass, Granero, Kaka, Di María e Higuaín.
Como si fuera un rastrillo, objetos sin valor (Kaka’), sin uso (Higuaín) o con polvo (Garay) salían al escaparate de San Mamés acompañados de una legión de no habituales: Albiol, Lass, Arbeloa, Granero. Esta alineación, llevando un saldo de cuatro goles a favor en Londres nos da una idea sobre dos opciones: una, lo que piensa Mou de la situación en la liga, o dos: las pocas ganas de exhibir sus mejores piezas lo menos posible. Rara sonaba esa alineación para un 4-2-3-1 con dos gañanes en el medio porque eso ya lo probó en Pamplona con un ridículo espantoso. Con la lección bien aprenida, el equipo mutó al deseable 4-3-3 con Pepe en los fogones y Lass y Granero con las bandejas.
El partido tenía un aire carismático de los 80, con dos equipos siempre rivales, siempre en primera, con sol y sombra en el campo y miles de papelillos volando. En los primeros minutos, el Real guardo tímidamente la compostura. El Madrid era incapaz de hacer pasar la pelota más lejos de la línea media. No obstante, nuestro fue el primer disparo a manos de Di María, en una combinación con un Kaka’ con aires ligeramente renacidos.
En los albores del partido, correspondiendo con la presión más exhaustiva del Bilbao, Pepe se incrustaba sin disimulo en una línea de 5 hombres. Y fue el mismo Pepe, mucho más suelto de lo esperado, quien inició el cambio de partido con un balón largo a Di María. El etíope esprintó y Gorka no tuvo más remedio que hacer penalty. Kaka’ lo tiró a uno de los cuatro puntos inalcanzables. Hizo bien el Madrid en saber manejar los primeros minutos del partido y saber hacerlo sin fútbol pero con cuajo. Con el gol, el panorama del partido cambió y se adaptó a los deseos de Mourinho.
En estos minutos Higuaín se mostraba tosco como siempre y falto de forma como nunca. A pesar del gol, el Madrid seguía sin poder calmar la pelota y optó en alguna ocasión por el balón largo. No lo digo como reproche sino como apunte, ya que en algunas jugadas del meridiano de la primera parte pudimos ver a Casillas, sacando con Albiol y Garay abriendo el campo y el siguiente futbolista, Pepe, a 4 o 5 franjas de distancia sin preocuparse en el apoyo. La mentalización para este partido del Madrid estaba clara: no encajar gol, aguantar el chaparrón inicial, y delegar en Granero, Kaka’ y Di María la gestación de alguna contra. Kaka’ puso el partido a disposición de Higuaín dos veces, pero parece que hasta que no acumule varios fallos no marcará su primer gol. En una ocasión franca, se escoró inexplicablemente a la derecha, -el sueño de cualquier central que cierre- para luego no osar a regatear y sólo soltar la pierna como una mula igual que contra el Gijón.
Ilógicamente el Azletik estaba a gusto regalándonos los 30 metros que posibilitaron, a la postre, varias contras blancas. Otro factor determinante además de el gol, fue el impecable partido en fase defensiva que hizo el Real en la primera parte. Arbeola, Pepe, Lass y hasta Granero iban a los choques con todo, marcando terreno y alejando metro a metro la delgada línea roja del Bilbao.
Pepe, en un partido impecable, hizo todas las funciones que le fueron requeridas por su entrenador salvo la única para la que no está capacitado: dar salida al balón. Hizo un bocadillo de Llorente en cada balón largo con Albiol, se incrustó en la línea de cinco, marcó territorio en el medio, descongestionó con eficacia, resultó pegajoso para Orbaiz y Toquero y rebotó todos los balones aéreos de Gorka.
El Real finalmente se asentó y se sintió cómodo en el partido, a gusto me atrevería a decir. Con un Kaka’ decente por primera vez en un año y Granero leyendo perfectamente los tiempos del partido y las necesidades del equipo desde el interior izquierdo. Cada vez que sacábamos un córner veíamos la simpática banderola de los presos vascos. Me pregunto cuándo el Azletik dará el paso y tendrá los cojones de portarla en la pechera como nosotros llevamos el logo bwin. ¿No se representaban todos los equipos por la publicidad de la pechera decía la prensa de Barcelona?
La primera parte murió con varias intermitencias en el juego, y Kaka’ tuvo una última oportunidad tras combinar en una bonita jugada con Di María, un jugador que aún estando verde y teniendo muchas carencias tiene la capacidad de decidir un partido. ¿Dónde está el techo de este futbolista?
La segunda parte, tras los cambios del Azletik (salieron Yeste y Julen Guerrero) comenzó siendo un calco exacto de la primera. Asedio rojiblanco, penalty sobre Di María (este fue estúpido y evitable) y gol de Kaka’. Partido cerrado en el minuto 55. Como último recurso, Toquero se vino a la banda de Ramos a intentar comprar terrenos en los que prosperar no a sus espaldas, como de costumbre, sino a su lado. Mientras tanto, Granero, en su único fallo puntual de la tarde, absorbió la pelota demasiado tiempo cuando Di María e Higuaín estaban en posición franca para lanzar un sprint en una contra. Buen partido del canterano, capaz de imponerse fuera (Santander, Bilbao) y no dentro (Sporting). En cualquier caso ha sabido cumplir su función cuando ha sido requerido.
A la hora de juego salió Cristiano por Higuaín. Es sólo el tercer partido de Higuaín tras cuatro meses parado y es normal que le cueste coger la forma, pero qué mal le sienta esa mirada baulera. En ese momento el Madrid le quitó la marcha al partido y puso el punto muerto, suficiente para bajar la rampa descendente hasta el minuto 90. Perdidas de tiempo, lentitud en los gestos, tardanza en los saques de banda y falta, pausa en el juego y concentración en defensa, nada más era necesario para llevarse la victoria. Por si fuera poco Mou sacó paulatinamente a todos sus ‘cadres’. Tras Cristiano entró Xabi y después lo haría Carvalho. Salvo alguna que otra displicencia de Ramos mirando cómo se le iba Toquero con la mirada y haciendo controles prohibidos en el medio, el partido estaba resuelto.
Finalmente descansó Özil, el único titular que hasta ahora no había entrado en el juego de las rotaciones, tarjetas o lesiones. Efectivamente, como decía la prensa, es igual que Guti. Con las entradas el equipo asfixió en el medio al Bilbao. Pepe, Xabi, Lass, Granero fue demasiado para la rudimentaria tecnología futbolística del Bilbao. Sólo Muniaín nos enseñó un poco de lo que esconde. Fue Cristiano quien escupió sobre el cadáver con un gol de una factura soberbia. Pase de Xabi, control con el pecho, recorte y tiro cruzado al segundo palo con el interior.
Con el gol de Cristiano al partido le sobraron 20 minutos de entrenamiento. Si hubieran podido, los entrenadores habrían hecho 7 cambios desde el 0-3. Lass quedó como el hombre más adelantado de la línea media en su función favorita, la de perseguidor. El Madrid entretuvo la pelota como quiso y el Azletick no renunció al gol “del honor” (¿dónde está el honor de quedar 1-3?) El honor está en la victoria, no en los arañazos sin consecuencias.
El Madrid cierra la semana con un agradable parcial de 7-0 y encara la fase definitiva y definitoria de la temporada. El pase a semifinales es una obligación y poco puedo añadir sobre el maratón que correremos contra ese gigante de siete cabezas del buenismo moral, político, institucional, futbolístico, religioso, cultural y metafísico en el que se ha convertido el Barcelona, salvo que debemos dejarnos la vida, las agallas y todo el temple y sangre fría y caliente que nos quede en un cara a cara que será histórico para bien o para mal. Coged aire. ¡Hala Madrid!