Estos son tiempos extraños en los que se moraliza sobre todo. Épocas en las que hay fútbol de derechas y de izquierdas. Días en los que hay entrenadores que hacen equipos para hacer felices a los niños y otros que lo hacen para hacer ricos a sus representantes. Momentos en los que el verdadero fúpbol es glosado por profetas de la progresía intelectual y el fútbol vicioso y defensivo es alentado por «talibanes anónimos». Periodos difíciles en los que niños madridistas de 12 años, -futuras generaciones de pusilánimes- se aburren viendo al Madrid, «excepto por Casillas y Alonso, que son los únicos que juegan a algo». Tiempos en los que las víctimas de los nacionales enseñan sus cicatrices por los pastos, pero las víctimas de los republicanos cuentan sus anécdotas desde la cama de un hospital, a pesar del cándido fragor del agitprop. Tiempos en los que al mejor equipo de la Historia de la Humanidad, siempre se le recuerda alguna recta cuesta abajo en momentos determinantes, y entrenadores que no exprimen el talento ofensivo de sus plantillas hacen posible que los 107 goles de Toshack y los 38 de Hugo queden en el recuerdo en apenas dos años. Tiempos en los que el discurso de la izquierda futbolística es totalitario y monotemático y el de la presunta derecha tiene muchos más matices de los que nos cuenta el Gran Hermano de Miguel Yuste.
Dejando de lado la metafísica ideológica progreculandrona, la parte física ocupa todas nuestras preocupaciones.
El coitus interruptus de Munich arroja muchas dudas y nos confirma algunas certezas. Mientras a estas alturas el año pasado el equipo era un puñal físico y tenía una determinación admirable, este año no es así. Arbeloa, Alonso y Marcelo no están, Khedira y Özil un día sí otro no, Di María casi convaleciente, Higuaín mentalmente fuera. Sólo Pepe, Ramos y Cristiano están en el escalón correspondiente, y de cerca les sigue Benzema. Constatar cómo los últimos 25 minutos de Munich el equipo desapareció física, emocional y futbolísticamente sin saber gestionar, ni ser inteligente, ni competir fue aterrador. No obstante, lo de hoy como bien apunta Xavi Hernández guiñando un ojo a la Sicherheitsdienst de la Federación, «es un partido a vida o muerte.» Pues bien, muramos para vivir.
Enhorabuena Jarro, fantástica entrada que resume la gran mierda que es el tinglado; hala Madrid!