*** entrante***
El protocolo prepartido de un Barcelona – Madrid ya está enraizado en la cultura popular española: emisarios de Corea del Norte supervisan el mosaico y adquieren nuevas ideas que poner en práctica en Pyongyang y periodistas del corazón cazan los fugaces escarceos precoitales de Iker Casillas y Xavi Hernández, símbolos de una generación. Luego la pelota echó a rodar, al principio entre los pies de los jugadores azulgrana mientras el Madrid adelantaba su línea defensiva cerca del medio campo. Para que esto sea posible se necesitan dos condiciones fundamentales: la concentración de Ramos García y la elasticidad de Pepe: todo funcionaba correctamente.
Carvajal es un producto de la cantera al que al principio mirábamos con recelo, pues no terminaba de convencer con ese porte trotón prestado de Míchel Salgado, pero tampoco se le recuerdan pifias en partidos importantes, sino todo lo contrario. En el otro lado está Marcelo, que es una moneda de oro lanzada al aire. Juega de lateral con las habilidades de un jugador de fútbol sala y la disciplina táctica de un anarquista.
***plato principal***
Contrario a las disquisiciones de corredores de apuestas, madridistas pesimistas y madridistas locos, el Madrid se plantó en el césped del Mein Kampf con comodidad, casi gustándose. Ni siquiera el gol de Matthieu bajó la moral a los madridistas, que luego del bache lógico pero momentáneo del 1-0 se fue reponiendo poco a poco de sus emociones hasta jugar el mejor fútbol de las últimas semanas. Sin quitar mérito a ningún jugador, en todo este proceso fueron claves dos o tres hombres: Modric, Benzema y Marcelo. Modric simple y llanamente presta su alma al equipo, Benzema se vale de sí mismo para entender todas las necesidades del equipo y recibió como si fuera Drogba y Marcelo saliendo de su zona y creando una superioridad que nadie en el Barcelona previó. El gol del empate es una maravilla de Modric y Benzema que materializó Cristiano.
Aún llegó el Madrid a encadenar algunas ocasiones más tras la reanudación pero ahora sabemos que todo fue un espejismo. El partido murió de forma drástica con el 2-1 que marcó Suárez. Al Madrid se le fue el oxígeno con el gol, y sin oxígeno las ideas van a ninguna parte y las piernas no funcionan. El gol y el baile de faltas y tarjetas consiguiente levantaron un muro imposible para el Madrid. A la hora de juego el Barcelona se había hecho con el balón, el resultado, el discurso, las adjudicaciones de ayuntamientos y los principales festivales de cine independiente. Mal síntoma cuando precisamente los tres mejores hombres de la primera parte encadenaban fallos impropios: Benzema pasaba el balón a tierra de nadie, Modric fallaba pases evidentes y Marcelo resbalaba al lanzar una contra.
***postre***
Y luego está el drama del capitán. Casillas no solo es un tipo tan infame como mal capitán a quien dentro del Madrid ya sólo le quieren los mojabragas, además es un portero que no para nada de lo que va adentro, que es precisamente lo mismo que le reprochaban a López el año pasado y hoy regaló de nuevo el 100% de sus despejes con el pie (6). Evitó el tercero, de Alba, porque el balón le dio involuntariamente en la cadera. (Homenaje a la literatura de Diego Torres)
Quiso mover el banquillo Ancelotti, que hace cambios como quien sacude un ciruelo. Tal vez el italiano meditó sacar a Jesé por un Bale infame o por Cristiano para mantener la estructura y la decencia y evitar el bodevil en el que termino el partido, pero de inmediato le llegó un burofax del departamento de marketing impidiéndoselo. Jesé y 4,345 kilogramos de arcilla a su pared abdominal pegados reemplazaron a Isco y más tarde culminó el despropósito quien muy bien había comenzado la noche cambiando a Modric por Silva, dejando al Madrid vendido a su suerte, con toda la responsabilidad en un Kroos asfisxiado y con tarjeta mientras Jesé se perdía en la banda preguntando a los aficionados dónde cenar en Barcelona y Silva descavaba zanjas como buenamente podía.
***la cuenta, por favor***
Queda el Madrid en un panorama confuso aunque con la esperanzadora primera parte como acicate para lo que viene, que es una Champions que pasa por un doble partido con la bestia negra de Ancelotti y una más que posible vuelta al Mein Kampf en semifinales, al mismo tiempo que debe seguir intentando echar el aliento al Barcelona en la Liga hasta el final. La Décima fue una gran liberación pero no ha de ser el remedio a todos los males, y el Madrid lleva camino de regalar por unos motivos u otros su tercera Liga consecutiva.