El mes de abril de 2012 nos dejó en lo futbolístico un raudal de emociones. Primero los cuartos de final entre el Schalke y el Azletik, única ocasión del año en el que pudimos presenciar fúpbol de verdat sin ver un partido del Barcelona, el 1-2 del Madrid en el Nou Camp, luego las semifinales de Champions, después el tercer secreto de Fátima, y al final la despedida de Raúl del Schalke 04.
Todas estas emociones yo las recibo bajo un mourinhismo desenfadado y jovial pero vigilante, porque como ya hemos dicho muchas veces, y tras vivir, conocer y sobre todo sufrir la mafia de García, de PRISA, de Ramón Calderón, la de el Komando Txistu y los putos piperos, la ecuación es fácil: Mourinho o muerte, que es lo mismo que gritar profesionalización acérrima o muerte.
Lo que empezó como una oda al fútbol total en el mes de abril, saluda el mes de mayo con una adoración cuasi proselitista a Pep y Raúl, cosa que los periodistas han aprovechado para atizar al Madrid, naturalmente. Por la mañana que si Karanka no se bajó los pantalones ante Pep en rueda de prensa, y por la tarde que ya podría el Madrid haber hecho un homenaje a Raúl como el del Schalke, que qué sangría más dolorosa de valores.
El año en el que se va Pep, (¿pur qué?), el Madrid sentencia la Liga en el Nou Camp, supera definitivamente los 107 – 38 de Toshack – Hugo, se araña por segundo año consecutivo la final de la Copa de Europa y se oficializa el silenzio stampa, cualquier excusa es buena para meterse con el Madrid de Florentino y Mourinho, el único fin verdadero del periodismo deportivo patrio. (Y no deportivo)
29 de marzo 2012,
Fiesta del fútbol en el Veltins Arena. Partido trepidante y divertido. Seis goles. Reencuentro de Raúl con un equipo español. Pasado contra Futuro. Raúl y Muniaín, Raúl y Llorente, Raúl y Bielsa. Ji ji, ja ja. Xavi tras ver el partido concedería sin dudar la categoría ‘gran partido de fúpbol’ ® al espectáculo presenciado.
De repente, casi todos los madridistas de mi TL se volvieron raulistas, como si los años de la decadencia no hubieran existido nunca. Raúl, que según quién te cuente su estancia en el Madrid ha sido Jesucristo, Judas Iscariote o Simón de Cirene,
05 abril 2012, Azletik 2 – Schalke 2. Orfeo Suarez nos hace el trabajo con un artículo sublime.
«El Raulismo es resistencia, es supervivencia y es silencio. Es el Cid Campeador en Lost, no te jode.
El Raulismo es marcar tres goles en una eliminatoria europea, perderla y dar la mano. Eso es Calderonismo.
El Raulismo es sentir cómo una grada que le temió y pitó, le rinde homenaje. Que yo sepa en las gradas de San Mamés se gritó «Puta España, puto Raúl»
El Raulismo es soportar un cainita debate nacional sin decir una mala palabra. Porque el cainita era él, y el que hablaba por su boca, Ginés Carvajal.
El Raulismo es resignarse a que eso también le ha pasado a Almodóvar. Y a Zapatero.
El Raulismo es aprender a soportar y a controlar la ira de la suplencia. Sí, bueno, no. Que se lo pregunten a Cassano, a Villa, a Robinho, a Baptista, a Huntelaar, a Benzema.
El Raulismo es no poner buena cara a todo el mundo. Ni a su propia madre.
El Raulismo es reivindicarse sólo en el campo, al señalarse el nombre a la espalda. Si yo me señalo el número y el nombre en la espalda con 30 años porque el Abuelo (respect) no me lleva a la Selección y encima digo que lo hago por mis niños, que me lo han pedido ellos, mi padre me mete dos hostias y no me deja entrar en casa.
El Raulismo es rehuir el circo mediático y asumir que eso le alejara de los Balones de Oro. Si por ponerse a un gol de Di Stéfano es capaz de tirarse un año natural sin marcar en el Madrid, por un balón de Oro habría vendido a su mujer.
El Raulismo es no tener entorno. Lo peor de los raulistas es cuando toman a la gente por subnormal. Ginés Carvajal, Manolo Lama, ‘el que nunca hace nada’, Jorge Valdano, Santiago Segurola, José Sámano, etc. Un día leeremos en la prensa, «Raúl, el futbolista sin entorno.»
El Raulismo es soñar desde niño con una pelota y una familia. Y perder la virginidad en el matrimonio y follar solo con una.
El Raulismo es no olvidar el origen. ¿El Aleti?
El Raulismo es admitir que su fuerza emana del barrio. Zzzzzzzzzz
El Raulismo es citarse con un periodista a las 10 de la mañana y llegar a las 10 menos cinco, con las botas puestas y sin perfume. Aquí hay que explicar si el entrevistador era de Zero.
El Raulismo es escuchar a un entrenador del Barcelona, que dirige a varios campeones del mundo, decir que un ex futbolista del Madrid es el mejor jugador español de todos los tiempos. Tres enemigos tiene el florentinismo: PRISA, el pipero y la manzana envenenada del elogio del enemigo. Guardiola ni más ni menos, ya ves.
El Raulismo es que quien llega al Bernabéu con el poder de un césar le pida cita y le diga que tiene un sitio. ¿Me puede repetir la pregunta, por favor?
El Raulismo es callar cuando le hace suplente un entrenador sin aprovecharse de su debilidad. Esto es cierto porque Raúl nunca ha tenido entrenadores interinos que hayan necesitado de decisiones populistas para ganarse el respeto de las vacas sagradas. Solo García Remón, López Caro, Juande Ramos, el segundo Capello sentenciado por la prensa, Shuster, etc.
El Raulismo es arriesgar el prestigio de una larga carrera en busca de un lugar en el frío donde jugar y competir. Esta línea creo que se le traspapeló de una crítica de Game of Trones. Creo que se refiere a Jon Snow.
El Raulismo es volver a ser querido, volver a ser capitán. Quitándole a un chinotis el 7 el año que llegó al Schalke, o sea.
El Raulismo es Di Stéfano, es Zárraga y es Hierro. ¿Entonces el antirraulismo es Zidane, es Mourinho, es Benzema?
El Raulismo es decir que lo que el Barcelona tiene se lo ha ganado en el campo. Claro, no vayamos a quedar mal diciendo que robaron lamentablemente una final de Champions y dejaron tullida la otra. Un día Sanchis y Raúl quedarán para un debate sobre el Madrid y terminará siendo el I Congreso Mundial de Obviedades y Bienquedas Repelentes.
El Raulismo son tres Champions con el Madrid, de la séptima a la novena. Y también 6 años sin pasar de octavos, de ridículo en ridículo, de 2004 a 2010. Ahí la culpa es de otros. Por cierto, periodistas hijos de perra, ¿sabéis quién más tiene 3 Champions? Aitor Karanka. Reputas.
El Raulismo es la angustia de no haberlas podido igualar con la selección. Que se joda. Por ansias, por mafioso de vestuario y por mal capitán.
El Raulismo es decir, después de marcar y en pleno debate por el gol en el equipo nacional, que España está en buenas manos y que seguirá sus partidos como un hincha. ¿Eso lo dijo antes o después de que Luis Aragonés tuviera que dar una rueda de prensa con el innombrable para que la prensa dejara de dar por el culo?
El Raulismo es sentirse español sin serlo contra nadie. Como otros 40.000.000 de españoles.
El Raulismo es dormirse en el autocar poco antes de debutar a los 17 años con el Madrid. Anecdotismo hagiográfico. Lo mismo me pasaba a mi con los exámenes de Selectividad.
El Raulismo es poner a su primogénito el nombre de quien eso hizo posible. Si al primero le llamó Jorge, al segundo le tuvo que haber puesto Ginés y al tercero Manolo. ¿Os imagináis que risas?
El Raulismo es besar en la mejilla a los hombres que interpretan la amistad a partir del principio de lealtad. Eso también lo hacen los moros y los mafiosos en las películas y no os gusta tanto.
El Raulismo es provocar que un técnico comedido como Lotina se indigne porque se pondere a futbolistas que se drogan y se cuestione a quien se comporta como un profesional. Lotina y Raúl. Falta el tío Porfirio.
El Raulismo es encontrar el equilibrio entre esas cuatro C a las que se refería Severiano Ballesteros y recuerda Emilio Sánchez Vicario, muy raulista en la pista. Son la calidad y el corazón, la cabeza y los cojones, con los que el futbolista bromeaba al decirle a un compañero en el Madrid qué gran jugador habría sido si le hubieran salido. Las cuatro C de Guti eran más del estilo copazo, chorba, culito, coca (cola).
El Raulismo son cientos de goles. Que si, que ya sabemos que batió el record de Di Stéfano. 15 goles más en 300 partidos más. Impresionante.
El Raulismo es no dejar de correr. Que me lo digan a mi, viendo cómo el puto Bernabéu le ovacionaba por presionar un saque de banda al Valladolid con 4-0 tres semanas antes del 2-6.
El Raulismo es no haber sido expulsado en 18 años en Primera. Lo dice como si fuera el primero y el último.
El Raulismo es decir que en el fútbol aprendes de todos los que tienes alrededor, compañeros y rivales. Viendo cómo pinta el culebrón Higuaín, los demás también aprendieron de él, parece.
El Raulismo es saber cuándo se acaba el amor para evitar esas cosas mal dichas que, en realidad, nadie queremos decir ni escuchar, y aún así, pensar que debió concluir un instante antes. Lo que faltaba, el raulismo gayer.
El Raulismo es reconocer que hubo errores y penaltis fallados, pero descubrir que el fútbol, una vida en pequeño, siempre concede una oportunidad para hacer las paces consigo mismo. Alejado del mundanal ruido, como hago ahora en el Schalke, a razón de 2.000.000 € por año, paga Florentino.
El Raulismo es proteger un legado en lugar de entregarse a la autodestrucción. Si está hablando del legado de sus 7 primeros años, lo siento, murieron sepultados por el recuerdo de los 7 segundos. Qué manera de tomar a la gente por imbécil.
El Raulismo es algo que necesitamos en un país donde siempre encontramos a alguien a quien echar la culpa de lo que nos sucede. Sí, sí, no me digas más: Almodovar…
El Raulismo es Pizarro y es Santa Teresa, lucha y conquista, pasión y contrición. Fíjate que a mi siempre me recordó más a Ebenezer Scrooge.
El Raulismo es Ponce, equlibrio en el coso del riesgo, y el Raulismo es Unamuno: también le duele España.» Y al madridismo nos duele Raúl, no te quepa ninguna duda.

Dijo por estas fechas @futbeltran que era imposible juzgar a Raúl con rigor porque tanto los raulistas como los anti se abalanzan sobre el jugador eliminando cualquier trazo de objetividad y no estoy de acuerdo con esa afirmación. Todo lo contrario, pienso que analizar a Raúl de forma objetiva es algo extremadamente fácil.
Raúl fue un excepcional futbolista de 1994 a 2003, y es protagonista indiscutible junto a Hierro, Redondo y Roberto Carlos de ese Madrid estoico que nos devolvió la costumbre de ganar y saber competir. 2004 fue un año de dolorosa transición y a partir de 2005 se convierte en lo que internet se conoce como Baúl, un jugador decadente con cada vez menos virtudes y más demagogia sobre el campo, con una ascendencia enorme sobre la grada del Bernabéu y la masa social en general, que como todo el mundo sabe es una masa mitómana, de una intelectualidad futbolística neanderthal, reacia a los cambios y que en 2012 recurre a Juanito (¡dejen a los muertos en paz, hostias!) para remontar una eliminatoria de Champions.
Luego todo eso se puede adornar con las filias y fobias de cada uno, pero ese párrafo es el retrato más fiel de Raúl. Raúl podría haber sido un Ryan Giggs, un Alessandro del Piero. Un jugador, en definitiva, consciente de los diferentes momentos de un futbolista. Si hubiera sabido echarse a un lado, si hubiera tenido una función integradora en el vestuario, si no hubiera ejercido de mafioso en España y en el Madrid, creyendo que esos dos equipos eran sus cortijos; si no hubiera dado tanta trascendencia e importancia al récord de Di Stéfano mientras el Barcelona levantaba Copas de Europa, si hubiera tenido la deferencia junto a Guti y Casillas de rechazar un contrato vitalicio ofrecido por un okupa en el peor momento institucional del club, si hubiera renunciado a un entorno tan contaminante como Ginés Carvajal, si hubiera sabido aceptar que no era necesario en la selección y hubiera renunciado al ruido del agitprop raulista, entonces podría haber respetado a Raúl. No fue a sí, y Raúl eligió su camino.