Archivo mensual: May 2012

El riesgo del fútbol moralizante.

Editorial de El País tras la victoria del Chelsea en la Copa de Europa. DeSqueran analiza un maravilloso texto lleno de pretenciosidades prisaicas con las que no hacemos sino disfrutar como niños. Recordad amigos, nunca jueguen ni volteen la ideología de un progresista de salón, podría ofenderse y hacer un editorial.
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EL ACENTO
El riesgo del fútbol roto. En un espectáculo pagado a precios astronómicos, no vale solo [sólo] con ganar
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A los que creen que el fútbol es un arte ahora
[¿Quién es el analfabeto que ha escrito esto? ¿Y quién lo ha pasado por alto?]
por el azar, pero sobre todo por el dinero,

[¿Un arte por el azar? ¿Un arte por el dinero? ¿Qué cojones quiere decir esto?]

no les ha podido extrañar que al final de la Champions más rara de la historia reciente

[¿Rara? ¿Por qué? ¿Porque hubo emoción, dramatismo, incertidumbre, épica?]

se hubiera impuesto el fútbol roto, o rompedor, del Chelsea.

[¿Fútbol roto? ¿Oscuros neologismos futboleros en un pseudo-editorial de El País?]

De esa manera, rompiendo el fútbol donde este [éste] nace,

[¿Dónde «nace» -es decir, nació- el fútbol? ¿En Múnich?]

el equipo inglés que ahora ha batido al Bayern en la tanda de penaltis, derrotó en la semifinal al Barcelona. Y el Bayern acabó con el Real Madrid también gracias al más azaroso de los avatares del balompié.

[El campeón y el finalista lo fueron por azar. Es falso, pero al menos tiene sentido; se puede comprender. No es poca cosa.]

Frente al imponderable del catenaccio,

[¿Imponderable, el catenaccio? ¿Por qué ha de estar relacionado con el azar el catenaccio, que fue una innovación estratégica dirigida, precisamente, a controlar mejor los ataques del adversario?]

que la modernidad

[¡La modernidad! ¡En el fútbol! Ya puestos, ¿por qué no hablar del fútbol posmoderno, o deconstruido?] 

no ha podido arrinconar,

[Una pequeña aldea italiana aún resiste al imperio del tiquitaca.]

y ante la evidencia de que un penalti depende hasta del ruido en un estadio,

[¿Qué es lo que depende? ¿Que se pite un penalti, o que se marque? En todo caso, así es: en el mundo real, el ruido del estadio influye en el juego. A algunos, esto nos parece la esencia del fútbol.]

no importan ni la estrategia, ni la táctica, ni siquiera el humor

[¿Qué tiene que ver el humor? ¿No sería más lógico hablar de «la calidad», o «la fuerza»?]

de entrenadores o de futbolistas.

[A ver si lo he entendido, que no creo: el catenaccio, que se equipara al azar, y la influencia del ruido del estadio, vuelven irrelevantes la estrategia, la táctica y el humor de entrenadores y futbolistas. Absurdo.] 

Ganó el Chelsea, pues, tras la sucesión de partidos en los que la desigualdad de equipos, de tácticas y de presupuestos,

[Yo diría mejor «diferencia» de tácticas. En cuanto a los equipos y a los presupuestos, no eran excesivamente «desiguales», si consideramos a los cuatro semifinalistas].

pusieron de manifiesto que el fútbol no es una ciencia, y mucho menos es una ciencia exacta.

[A eso lo llamo yo descubrir el Mediterráneo. Y para llegar a esa pedestre conclusión, no hacía falta el engrudo previo.]

Pero como no es sino un juego, este [éste] se prolonga en las adivinaciones que ahora se inclinan por creer que triunfará el fútbol malo.

[Si el fútbol es un juego, y no una ciencia -«y mucho menos, exacta»-, ¿a qué viene distinguir entre «fútbol malo» y fútbol a secas? Si, llevando el razonamiento -llamémoslo así- al absurdo, el fútbol es sólo azar, entonces no hay un fútbol mejor que otro, porque la victoria no se corresponde con la calidad. Por otra parte, el argumento -sic- es ilógico: si el fútbol es un juego, y no una ciencia, entonces nadie puede encontrar el algoritmo de la victoria; por lo tanto, es imposible hacer «adivinaciones» sobre qué fútbol «triunfará».]

Como ganó el fútbol roto, y adusto, antipático,

[«Roto» es una cualidad física. «Fútbol roto» es un neologismo oscuro, pero susceptible de ser empeorado: he aquí «fútbol adusto» y «fútbol antipático». Metáforas -porque son metáforas, construidas al dar al estilo de juego los rasgos de una persona- de tipo ya no físico, sino moral. «Adusto», «antipático», ¿para quién? Sigamos leyendo, a ver si nos enteramos de algo.]

del Chelsea, ya circula por los mentideros universales del fútbol la especie de que se está inaugurando un nuevo ciclo,

[Llamadme paranoico, pero yo aquí veo una alusión al Madrid, no al Chelsea.]

que garantiza la victoria

[¿Cómo «garantiza»? ¿No habíamos quedado en que el fútbol es azaroso, y que por eso mismo había ganado el Chelsea?]

de los que dan patadas y anulan el porvenir del juego exquisito.

[Oh, oh. Paren máquinas. Lo de «dan patadas» es nuevo. Y, por cierto: ¿cómo se juega al fútbol, si no es dando patadas al balón y, ocasionalmente, a los rivales? Luego, está lo de «anulan el porvenir», pero a esta señorita tampoco nos la habían presentado. Y remata la frase el «juego exquisito», otro recién llegado. ¿Qué es «exquisito»? ¿Cómo puede entenderse este texto, si a cada confusión no le sigue una aclaración, sino más confusión? ¿Debemos sobreentender lo que se nos quiere decir? ¿Por qué hemos de hacerlo? ¿Estamos todos, acaso, «en el ajo» de un mismo discurso? Yo, desde luego, ni lo estoy ni quiero estarlo.]

Esta mercancía averiada

[¿Cómorl?]

la compran los que creen que de esa manera se establece la primacía de la fuerza

[El azar y el catenaccio significan, por lo visto, «la fuerza». Para mí, el catenaccio es, si acaso, la inteligencia. No toda la inteligencia, por supuesto; pero la inteligencia. De cualquier modo, el fútbol es un deporte. Un deporte físico. Parece una tautología, pero no debe de serlo, cuando hay quienes piensan que en un deporte no hay -¡no debe haber!- «primacía de la fuerza».]

sobre la decencia de la elaboración,

[Me lo estaba temiendo. Moralizar, todo es empezar. De aquellos «adustos» y «antipáticos», hemos dado, rodando cuesta abajo, en esta «decencia». Decencia «de la elaboración», además. Me pregunto, ya casi sin fuerzas, qué se supone que es «la elaboración», por qué se supone que es «decente», y si también debo tragarme estos sobreentendidos.]

de la creación de belleza

[No, no. Por aquí ya no paso ni en broma. Un partido de fútbol no es una puta galería de arte: es un acontecimiento deportivo. No tiene connotaciones morales ni estéticas. ¡Quitad vuestras sucias manos del fútbol!]

en el espacio destinado a dirimir las diferencias entre unos y otros.

[Esto me suena socialdemócrata. No me preguntéis por qué; a estas alturas, ya no estoy muy lúcido.]

Y ese supuesto hay que eliminarlo desde la crítica del gusto.

[Ver más arriba. Pero no me resisto a apuntar que «el gusto» -y su «crítica»-, como sabe cualquier estudiante de Curso 0 de sociología, no son universales, sino relativos a cada tiempo y lugar. Son modas.]

En el tiempo de la globalización del fútbol como una de las más atrayentes artes

[Esto acaba conmigo.]

deportivas,

[Oxímoron.]

cuyo sitio ya no es la cancha

[Esta palabra se ha acabado imponiendo, pero no deja de ser un argentinismo. No sé si es también indicio de algo.]

sino el espectáculo televisado,

[No. El fútbol sigue siendo un acontecimiento deportivo cuyo lugar es el estadio. Otra cosa es que, además, se televise. No escamoteemos las verdades elementales, por muy posmodernos y trileros -valga la redundancia- que seamos.]

hay que avisar contra esta tendencia del todo-vale-para-ganar;

[Non sequitur, non sequitur, non sequitur. El «azar» no implica el «todo vale». El «fútbol roto» no implica el «todo vale». El «fútbol adusto» y «antipático» no implica el «todo vale». «Dar patadas», si lo entendemos como «jugar sucio» -y tenemos que aceptar el abusivo sobreentendido-, sí implica el «todo vale»; aunque, ¿para qué están los árbitros? El problema es que el editorial no ha empezado presentando al Chelsea como un campeón del juego sucio, porque tal cosa sería imposible de plantear a cualquier lector que aún conservara la mitad de la mitad de su cerebro. No: el editorial ha empezado diciendo no sé qué del arte, el azar y el dinero.]

los entrenadores, los futbolistas, pero sobre todo los espectadores, deben reclamar de los clubes el espectáculo que ahora se paga a precios astronómicos.

[¡El «espectáculo»! ¿Y quién coño decide qué es y qué no es «espectáculo»? ¿Los «espectadores» -que, además, no son visitantes de museo, sino seguidores más o menos activos de su equipo- o los «críticos del gusto»? Y, por encima de todo, lo repetiré siempre: el fútbol es, por circunstancias sociales, un espectáculo; pero en primer lugar, y por definición, es un deporte.]

Jugar para ganar, sin crear belleza, está al alcance de la mediocridad del catenaccio; ganar jugando

[¿Cómo que «jugando»? ¡Si acabas de decir que también se puede «jugar para ganar sin crear belleza»! Tendrías que haber dicho, por lo menos, que «jugar para ganar no es jugar; es como estar jugando solooo…».]

es lo que demanda el fútbol si este quiere progresar siendo delicado.

[«Progresar siendo delicado». ¡Las sales! ¡Las sales, que me da un vahído!]

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Raulismo. (Españoles, Franco, NO ha muerto)

El mes de abril de 2012 nos dejó en lo futbolístico un raudal de emociones. Primero los cuartos de final entre el Schalke y el Azletik, única ocasión del año en el que pudimos presenciar fúpbol de verdat sin ver un partido del Barcelona,  el 1-2 del Madrid en el Nou Camp, luego las semifinales de Champions, después el tercer secreto de Fátima, y al final la despedida de Raúl del Schalke 04.

Todas estas emociones yo las recibo bajo un mourinhismo desenfadado y jovial pero vigilante, porque como ya hemos dicho muchas veces, y tras vivir, conocer y sobre todo sufrir la mafia de García, de PRISA, de Ramón Calderón, la de el Komando Txistu y los putos piperos, la ecuación es fácil: Mourinho o muerte, que es lo mismo que gritar profesionalización acérrima o muerte.

Lo que empezó como una oda al fútbol total en el mes de abril, saluda el mes de mayo con una adoración cuasi proselitista a Pep y Raúl, cosa que los periodistas han aprovechado para atizar al Madrid, naturalmente. Por la mañana que si Karanka no se bajó los pantalones ante Pep en rueda de prensa, y por la tarde que ya podría el Madrid haber hecho un homenaje a Raúl como el del Schalke, que qué sangría más dolorosa de valores.

El año en el que se va Pep, (¿pur qué?), el Madrid sentencia la Liga en el Nou Camp, supera definitivamente los 107 – 38 de Toshack – Hugo, se araña por segundo año consecutivo la final de la Copa de Europa y se oficializa el silenzio stampa, cualquier excusa es buena para meterse con el Madrid de Florentino y Mourinho, el único fin verdadero del periodismo deportivo patrio. (Y no deportivo)

29 de marzo 2012,

Fiesta del fútbol en el Veltins Arena. Partido trepidante y divertido. Seis goles. Reencuentro de Raúl con un equipo español. Pasado contra Futuro. Raúl y Muniaín, Raúl y Llorente, Raúl y Bielsa. Ji ji, ja ja. Xavi tras ver el partido concedería sin dudar la categoría ‘gran partido de fúpbol’ ® al espectáculo presenciado.

De repente, casi todos los madridistas de mi TL se volvieron raulistas, como si los años de la decadencia no hubieran existido nunca.  Raúl, que según quién te cuente su estancia en el Madrid ha sido Jesucristo, Judas Iscariote o Simón de Cirene,

05 abril 2012, Azletik 2 – Schalke 2. Orfeo Suarez nos hace el trabajo con un artículo sublime.

«El Raulismo es resistencia, es supervivencia y es silencio. Es el Cid Campeador en Lost, no te jode. 

El Raulismo es marcar tres goles en una eliminatoria europea, perderla y dar la mano. Eso es Calderonismo. 

El Raulismo es sentir cómo una grada que le temió y pitó, le rinde homenaje. Que yo sepa en las gradas de San Mamés se gritó «Puta España, puto Raúl»

El Raulismo es soportar un cainita debate nacional sin decir una mala palabra. Porque el cainita era él, y el que hablaba por su boca, Ginés Carvajal. 

El Raulismo es resignarse a que eso también le ha pasado a Almodóvar. Y a Zapatero. 

El Raulismo es aprender a soportar y a controlar la ira de la suplencia. Sí, bueno, no. Que se lo pregunten a Cassano, a Villa, a Robinho, a Baptista, a Huntelaar, a Benzema. 

El Raulismo es no poner buena cara a todo el mundo. Ni a su propia madre. 

El Raulismo es reivindicarse sólo en el campo, al señalarse el nombre a la espalda. Si yo me señalo el número y el nombre en la espalda con 30 años porque el Abuelo (respect) no me lleva a la Selección y encima digo que lo hago por mis niños, que me lo han pedido ellos, mi padre me mete dos hostias y no me deja entrar en casa. 

El Raulismo es rehuir el circo mediático y asumir que eso le alejara de los Balones de Oro. Si por ponerse a un gol de Di Stéfano es capaz de tirarse un año natural sin marcar en el Madrid, por un balón de Oro habría vendido a su mujer. 

El Raulismo es no tener entorno. Lo peor de los raulistas es cuando toman a la gente por subnormal. Ginés Carvajal, Manolo Lama, ‘el que nunca hace nada’, Jorge Valdano, Santiago Segurola, José Sámano, etc. Un día leeremos en la prensa, «Raúl, el futbolista sin entorno.»

El Raulismo es soñar desde niño con una pelota y una familia. Y perder la virginidad en el matrimonio y follar solo con una. 

El Raulismo es no olvidar el origen. ¿El Aleti?

El Raulismo es admitir que su fuerza emana del barrio. Zzzzzzzzzz

El Raulismo es citarse con un periodista a las 10 de la mañana y llegar a las 10 menos cinco, con las botas puestas y sin perfume. Aquí hay que explicar si el entrevistador era de Zero. 

El Raulismo es escuchar a un entrenador del Barcelona, que dirige a varios campeones del mundo, decir que un ex futbolista del Madrid es el mejor jugador español de todos los tiempos. Tres enemigos tiene el florentinismo: PRISA, el pipero y la manzana envenenada del elogio del enemigo. Guardiola ni más ni menos, ya ves. 

El Raulismo es que quien llega al Bernabéu con el poder de un césar le pida cita y le diga que tiene un sitio. ¿Me puede repetir la pregunta, por favor?

El Raulismo es callar cuando le hace suplente un entrenador sin aprovecharse de su debilidad. Esto es cierto porque Raúl nunca ha tenido entrenadores interinos que hayan necesitado de decisiones populistas para ganarse el respeto de las vacas sagradas. Solo García Remón, López Caro, Juande Ramos, el segundo Capello sentenciado por la prensa, Shuster, etc. 

El Raulismo es arriesgar el prestigio de una larga carrera en busca de un lugar en el frío donde jugar y competir. Esta línea  creo que se le traspapeló de una crítica de Game of Trones. Creo que se refiere a Jon Snow.

El Raulismo es volver a ser querido, volver a ser capitán. Quitándole a un chinotis el 7 el año que llegó al Schalke, o sea. 

El Raulismo es Di Stéfano, es Zárraga y es Hierro. ¿Entonces el antirraulismo es Zidane, es Mourinho, es Benzema?

El Raulismo es decir que lo que el Barcelona tiene se lo ha ganado en el campo. Claro, no vayamos a quedar mal diciendo que robaron lamentablemente una final de Champions y dejaron tullida la otra. Un día Sanchis y Raúl quedarán para un debate sobre el Madrid y terminará siendo el I Congreso Mundial de Obviedades y Bienquedas Repelentes. 

El Raulismo son tres Champions con el Madrid, de la séptima a la novena. Y también 6 años sin pasar de octavos, de ridículo en ridículo, de 2004 a 2010. Ahí la culpa es de otros. Por cierto, periodistas hijos de perra, ¿sabéis quién más tiene 3 Champions? Aitor Karanka. Reputas. 

El Raulismo es la angustia de no haberlas podido igualar con la selección. Que se joda. Por ansias, por mafioso de vestuario y por mal capitán. 

El Raulismo es decir, después de marcar y en pleno debate por el gol en el equipo nacional, que España está en buenas manos y que seguirá sus partidos como un hincha. ¿Eso lo dijo antes o después de que Luis Aragonés tuviera que dar una rueda de prensa con el innombrable para que la prensa dejara de dar por el culo?

El Raulismo es sentirse español sin serlo contra nadie. Como otros 40.000.000 de españoles.

El Raulismo es dormirse en el autocar poco antes de debutar a los 17 años con el Madrid. Anecdotismo hagiográfico. Lo mismo me pasaba a mi con los exámenes de Selectividad.  

El Raulismo es poner a su primogénito el nombre de quien eso hizo posible. Si al primero le llamó Jorge, al segundo le tuvo que haber puesto Ginés y al tercero Manolo. ¿Os imagináis que risas?

El Raulismo es besar en la mejilla a los hombres que interpretan la amistad a partir del principio de lealtad. Eso también lo hacen los moros y los mafiosos en las películas y no os gusta tanto. 

El Raulismo es provocar que un técnico comedido como Lotina se indigne porque se pondere a futbolistas que se drogan y se cuestione a quien se comporta como un profesional. Lotina y Raúl. Falta el tío Porfirio. 

El Raulismo es encontrar el equilibrio entre esas cuatro C a las que se refería Severiano Ballesteros y recuerda Emilio Sánchez Vicario, muy raulista en la pista. Son la calidad y el corazón, la cabeza y los cojones, con los que el futbolista bromeaba al decirle a un compañero en el Madrid qué gran jugador habría sido si le hubieran salido. Las cuatro C de Guti eran más del estilo copazo, chorba, culito, coca (cola). 

El Raulismo son cientos de goles. Que si, que ya sabemos que batió el record de Di Stéfano. 15 goles más en 300 partidos más. Impresionante. 

El Raulismo es no dejar de correr. Que me lo digan a mi, viendo cómo el puto Bernabéu le ovacionaba por presionar un saque de banda al Valladolid con 4-0 tres semanas antes del 2-6. 

El Raulismo es no haber sido expulsado en 18 años en Primera. Lo dice como si fuera el primero y el último. 

El Raulismo es decir que en el fútbol aprendes de todos los que tienes alrededor, compañeros y rivales. Viendo cómo pinta el culebrón Higuaín, los demás también aprendieron de él, parece. 

El Raulismo es saber cuándo se acaba el amor para evitar esas cosas mal dichas que, en realidad, nadie queremos decir ni escuchar, y aún así, pensar que debió concluir un instante antes. Lo que faltaba, el raulismo gayer. 

El Raulismo es reconocer que hubo errores y penaltis fallados, pero descubrir que el fútbol, una vida en pequeño, siempre concede una oportunidad para hacer las paces consigo mismo. Alejado del mundanal ruido, como hago ahora en el Schalke, a razón de 2.000.000 € por año, paga Florentino. 

El Raulismo es proteger un legado en lugar de entregarse a la autodestrucción. Si está hablando del legado de sus 7 primeros años, lo siento, murieron sepultados por el recuerdo de los 7 segundos. Qué manera de tomar a la gente por imbécil. 

El Raulismo es algo que necesitamos en un país donde siempre encontramos a alguien a quien echar la culpa de lo que nos sucede. Sí, sí, no me digas más: Almodovar…

El Raulismo es Pizarro y es Santa Teresa, lucha y conquista, pasión y contrición.  Fíjate que a mi siempre me recordó más a Ebenezer Scrooge. 

El Raulismo es Ponce, equlibrio en el coso del riesgo, y el Raulismo es Unamuno: también le duele España.» Y al madridismo nos duele Raúl, no te quepa ninguna duda. 

Españoles, Franco NO ha muerto. (Estaba cobrando el finiquio el Alemania)

Dijo por estas fechas @futbeltran que era imposible juzgar a Raúl con rigor porque tanto los raulistas como los anti se abalanzan sobre el jugador eliminando cualquier trazo de objetividad y no estoy de acuerdo con esa afirmación. Todo lo contrario, pienso que analizar a Raúl de forma objetiva es algo extremadamente fácil.

Raúl fue un excepcional futbolista de 1994 a 2003, y es protagonista indiscutible junto a Hierro, Redondo y Roberto Carlos de ese Madrid estoico que nos devolvió la costumbre de ganar y saber competir. 2004 fue un año de dolorosa transición y a partir de 2005 se convierte en lo que internet se conoce como Baúl, un jugador decadente con cada vez menos virtudes y más demagogia sobre el campo, con una ascendencia enorme sobre la grada del Bernabéu y la masa social en general, que como todo el mundo sabe es una masa mitómana, de una intelectualidad futbolística neanderthal, reacia a los cambios y que en 2012 recurre a Juanito (¡dejen a los muertos en paz, hostias!) para remontar una eliminatoria de Champions.

Luego todo eso se puede adornar con las filias y fobias de cada uno, pero ese párrafo es el retrato más fiel de Raúl. Raúl podría haber sido un Ryan Giggs, un Alessandro del Piero. Un jugador, en definitiva, consciente de los diferentes momentos de un futbolista. Si hubiera sabido echarse a un lado, si hubiera tenido una función integradora en el vestuario, si no hubiera ejercido de mafioso en España y en el Madrid, creyendo que esos dos equipos eran sus cortijos; si no hubiera dado tanta trascendencia e importancia al récord de Di Stéfano mientras el Barcelona levantaba Copas de Europa, si hubiera tenido la deferencia junto a Guti y Casillas de rechazar un contrato vitalicio ofrecido por un okupa en el peor momento institucional del club, si hubiera renunciado a un entorno tan contaminante como Ginés Carvajal, si hubiera sabido aceptar que no era necesario en la selección y hubiera renunciado al ruido del agitprop raulista, entonces podría haber respetado a Raúl. No fue a sí, y Raúl eligió su camino.

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meeting marseille XX

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– 47, Rue Jaubert

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meeting marseille XIX

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– 3, Rue Édouard Pons

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meeting marseille XVIII

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– Urtaca, Córcega.

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